El vicio no nace de la comisión de un solo pecado. Y no nace de la comisión de un solo pecado, porque el vicio es un hábito y el hábito requiere una reiteración en la comisión del pecado de que se trate…. Como un hábito de obrar mal, lo califica en una de sus acepciones el DRAE al vicio. Existe una tendencia de algunos tratadistas a identificar el pecado capital o mortal con el vicio. Desde luego que son los pecados mortales los que crean el vicio, pero es necesario que se dé una reiteración del pecador para que nazca el vicio. Un simple pecado mortal desde luego que mata el alma, de aquí el nombre de mortal y solo el arrepentimiento que nos lleve a buscar el sacramento de la penitencia, nos dará las gracias necesarias para recuperar nuestro estado de vida espiritual anterior y sobre todo la Inhabitación Trinitaria en nuestra alma. Pero si después, si no hay continuación en la reiteración del mismo pecado, no se puede decir que exista o haya nacido el vicio.

            El abad Baur, escribe diciendo: “…, el pecado mortal, lo que mata en primer lugar, es la virtud más esencial y básica: la caridad. Una vez perdida la caridad que nos une a Dios, pierde ya el alma, todas las demás virtudes, a excepción, de la fe y de la esperanza”. Thomas Mertón, también nos dice: “El hombre que es asesinado por un enemigo, está tan muerto como el que es asesinado por un ejército entero. Si estamos acostumbrados a cometer pecado mortal, es decir si lo que tenemos es el vicio, vivimos en la muerte, aunque parezca que tenemos todas las demás virtudes”.

             Los denominados pecados capitales, tradicionalmente consideran los teólogos, que son siete: Soberbia, Avaricia, Envidia, Ira, Lujuria, Gula y Pereza, y todos ellos, solo son de naturaleza humana, nunca sobrenatural. ¡Lógico! Cualquiera sabe que Dios es un Ser perfecto, y al ser perfecto carece de imperfecciones y eso es lo que son los vicios, imperfecciones humanas.

            Tanto la maldad como la bondad del acto que realicemos, tiene unas raíces que generalmente se encuentran relacionadas con nuestra capacidad de vencer o ser vencidos en la tentación demoniaca que nos acose. Si vencemos la tentación hemos enmarcado el acto en el lado de la bondad y el triunfo, pero si somos derrotados, el acto cae en el lado de la maldad y quien se lleva la gloria de nuestra derrota es el demonio. Cuando el acto es bueno, reiterado y positivo, crea un hábito bueno y positivo que recibe el nombre de virtud, pero por el contrario, si el acto es malo, reiterado y negativo recibe el nombre de vicio. ¿Y cuáles son las raíces de los males y de los bienes que recibimos? Precisamente en nuestros vicios o virtudes está la raíz de nuestros males o de nuestros bienes.  Nosotros podemos estar dominados por un sinfín de vicios de diferentes clases y también de virtudes de variada naturaleza.

            De la misma forma que de los vicios que nacen de los siete pecados capitales el más importante es la soberbia, de las virtudes la más importante es la que nace de la humildad. En la formación del hábito negativo o vicio es de tener presente lo que nos dice el parágrafo 1865 del Catecismo de la Iglesia católica: 1865. “El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede destruir el sentido moral hasta su raíz”. Y continúa diciéndonos el Catecismo en el parágrafo siguiente: 1866. “Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano (Conlatio, 5,2) y a san Gregorio Magno (Moralia in Job, 31,45,87). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza”.

            Por razón de la concupiscencia, heredada del pecado de nuestros primeros padres, todos tenemos una tendencia a la comisión de pecados capitales. Y esta tendencia concupiscente, se ve reforzada por los tres clásicos enemigos del hombre: el demonio, el  mundo y la carne. Frente a estos Y estos tres pecados capitales generadores de sus respectivos vicios, dispone el hombre de siete virtudes para vencerlos.

 

Pecados Capitales

Virtudes para  vencerles

1-   Soberbia
ante el deseo de alto honor y gloria

Humildad Reconocer que de nosotros mismos solo tenemos la nada y el pecado.

2-   Avaricia
ante el deseo de acaparar riquezas

Generosidad
 
Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.

3-   Lujuria
ante el apetito sexual

Castidad.  logra el dominio de los apetitos sensuales

4-   Ira  
ante un daño o dificultad

Paciencia. Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

5-   Gula
ante la comida y bebida

Templanza. Moderación en el comer y en el beber

6-   Envidia
resiente las cualidades, bienes o logros de otro porque reducen nuestra auto-estima

Caridad. Desear y hacer siempre el bien al prójimo

7-   Pereza
del desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales

Diligencia. Prontitud de ánimo para obrar el bien

 

            Los vicios que como ya hemos dicho son hábitos generados por la reiteración de nuestros pecados mortales y siempre estarán presentes en nuestra vida incitándonos. San Agustín escribía: “Aunque adelantes mucho en el camino de la virtud, mientras vivas en este mundo no te librarás del pecado”.  

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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