Comienzan las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebra en Río de Janeiro (Brasil) y el mundo parece inclinarse a observar todo lo que sucede en este evento. 

Las fechas son especialmente buenas, ya que estamos a un paso de agosto y las noticias no son tan abundantes como en otras fechas. Las agencias de noticias pueden dar una cobertura mucho más profunda del evento y dejar claro el testimonio de varios millones de jóvenes que se reúnen para evidenciar festivamente su Fe. 

Sin duda la JMJ tiene bastante de espectáculo. Su objetivo es visualizar una realidad que pasa desapercibida en el día a día de nuestros países. Los jóvenes católicos no se dedican a crear disturbios o manifestarse masivamente, lo que produce que no sean visibles por la sociedad y parezca que no existen. Pero existen y sólo necesitan un estímulo positivo para reunirse y evidenciar que no son cuatro gatos mal contados. 

Quizás el espectáculo mediático resulte incómodo para algunos de nosotros, ya que es cierto que se corre el peligro de mostrar tan sólo lo anecdótico y distendido de las jornadas. Partiendo de esta lectura superficial los medios no están dispuestos a mostrar a todos estos jóvenes orando o confesando sus pecados. Tampoco será muy frecuente que conecten en directo con alguna de las innumerables catequesis que se van a realizar. Si sólo se muestran los eventos más lúdicos, es muy probable que los medios nos intenten decir que estos jóvenes sólo van a Río para divertirse. Eso sí, de manera algo más educada que otros jóvenes, pero sin grande diferencias. 

Pero hay un elemento que propicia que las noticias se centren en otros aspectos más profundos: la presencia del Santo Padre. El Papa es un foco mediático que puede ayudar a mostrar la espiritualidad y profundidad de la Fe es estos jóvenes. Podemos recordar la adoración Eucarística que Benedicto XVI protagonizó en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid. Se pudo ver que detrás de la tópica imagen de diversión, los jóvenes se arrodillaban, oraban, adoraban y lo hacían incluso en medio de una tormenta. ¿No es un testimonio que descoloca a quien interpreta las JMJs como una diversión peculiar, pero sólo diversión. 

No sé si en Río se vivirá un momento tan maravilloso, pero ruego al Señor que sea así. Lo ruego para que los jóvenes tengan la vivencia que conlleva creer en Cristo y para que el mundo tenga que bajar la mirada avergonzado de su atrevimiento. El Papa Francisco no es un recién llegado a la escena de los medios, por lo que estoy seguro que sabrá subrayar con su presencia y palabras toda la profundidad del testimonio de Fe que vivirá en estos días. 

Ahora, desde la vieja Europa tendremos que entender que la efusión de alegría que se vive en América es muy diferente a la que se suele ver en nuestro entorno. Allá la Fe se vive de forma mucho más informal y espontánea. Quizás veremos aspectos festivos que nos resulten extraños y tendremos que hacer uso de cierta dosis de caridad para no entrar a descalificar lo que tenemos delante. Este ejercicio de templanza es complicado y necesario. Complicado, porque las diferentes sensibilidades de nuestra Fe nos animan a dar testimonio de formas diferentes. Necesario, porque lo deberíamos tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado. 

Ahora, esto no quita que podamos criticar los aspectos que estimemos oportunos. Pero la crítica debe estar impregnada de caridad y misericordia. Solicitar el “derribo del edificio” no es la mejor forma de acometer los problemas que “pintura” que toda obra humana padece. 

¿Qué nos queda? Orar para que las intenciones del Papa y los objetivos de la JMJ se cumplan totalmente. Seguro que el balance final será más que positivo.