Que el lenguaje diario está lleno de modismos procedentes del Evangelio es algo en lo que ya hemos tenido ocasión de entrar en esta columna con una serie de entregas (pinche en cada una de ellas si quiere ver la , la , la, la , la , la , la, la o la ). Pues bien, vamos ya con la décima de la serie, y con ella, el análisis de otras dos expresiones evangélicas de nuestra vida cotidiana.
 
Mas te valdría no haber nacido
 
            Pues sí amigo lector, semejante maldición aparece nada menos que en el Evangelio, y la pronuncia nada menos que Jesús que, por otro lado, reconozcámoslo como es sin ambages ni falsos pudores, era único a la hora de maldecir a los que consideraba dignos de una maldición, de conocer alguna de las que dedicó a los fariseos.
 
            La que ahora analizamos la pronuncia Jesús cuando predice a sus discípulos que uno de ellos lo va a traicionar. Acudimos aquí a un evangelista al que acudimos en pocas ocasiones en esta colección de artículos, Marcos:
 
            “Y al atardecer, llega él con los Doce. Y mientras comían recostados, Jesús dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.» Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: ‘¿Acaso soy yo?’ Él les dijo: ‘Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato. Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!’” (Mc. 14, 17-21).
 
            La escena es dura, traten de imaginársela. Seguro que todos Vds. han pasado por esa situación en la que alguien con autoridad afirma que uno del grupo ha cometido un pecado, una felonía o simplemente un error, y todos hacen introspección preguntándose si “acaso” es él el autor. Personalmente reconozco que cada vez que me veo en situación semejante, me da la impresión de ser yo mismo el pecador, y acabo siempre parafraseando de nuevo el Evangelio: “¿acaso soy yo Maestro?”
 
            La maldición tal como la citamos aquí, la recoge también Mateo (Mt. 26, 24), pero ni Lucas que se limita a un “¡Ay de aquél por quien es entregado!” (Lc. 22, 22), ni Juan, que pone en boca de Jesús un comedido “Lo que tienes que hacer hazlo pronto” (Jn. 13, 27).
 
 
El que busca encuentra
 
            Aforismo que se me antoja harto optimismo, si bien en negativo no deja de tener cierta parte de verdad por cuanto está claro que el que no busca no encuentra. Forma parte de una serie de consejos formulados por Jesús y lo recoge Mateo:
 
            “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mt. 7, 7-8).
 
            Lucas dice “buscad y hallaréis” (Lc. 11, 9), pero Marcos, en el episodio correspondiente, no la recoge, por lo que forma parte de de esos dichos tan frecuentes en el grupo Mateo-Lucas no recogidos en Marcos que, en definitiva, componen esa extraña elucubración exegética (que en mi opinión no será hallada jamás), denominada “Evangelio Q” ().
 
 
            ©L.A.
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