Ayer leía el estupendo post “ "Apostolicam actuositatem": líneas de fuerza para el laicado” del P. Javier Sánchez, es su blog “Corazón eucarístico de Jesús. El Sagrario”. 

Tomo de esta entrada un párrafo de la constitución Lumen Gentium: 

"A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor" (LG 31). 

Reflexionando sobre la misión del laico en el mundo, me topé con una realidad que no podemos negar: no tenemos modelos de cristianos laicos que se ajusten a los diferentes carismas que podemos tener en nuestra acción cotidiana en el mundo. Al hablar de modelos, hablo desde un sentido que a veces nos parece antiguo o incluso, oculto: la santidad. La santidad es lo que conforma a los cristianos como modelos para los demás. ¿Por qué estos modelos son tan escasos, desconocidos o inexistentes? 

Se me ocurren las siguientes razones: 

Seguramente existan santos y cristianos ejemplares, que hayan sido profesionales laicos relevantes, pero ¿Conocemos y difundimos estos modelos? Creo que nos cuesta hacer la idea de cristianos modélicos dentro del mundo actual. ¿Por qué? 

Pablo VI hablaba de la consagración de los laicos dentro del mundo, pero estos términos son complicados de reunir y entender como un todo coherente: 

Para valorar esta expresión habremos de analizar el significado de tres términos: consagración, mundo, laicos; términos densos de contenido y que no son usados siempre en sentido unívoco. Bástenos aquí recordar que por consagración entendemos, no ya una separación de una cosa de aquello que es profano para reservarla exclusivamente o particularmente a la Divinidad, sino, en sentido más amplio, el restablecimiento de una relación a Dios de una cosa según su orden propio, según la exigencia de la naturaleza o de la cosa misma, en el designio querido por Dios. Y por mundo entendemos el complejo de los valores naturales, positivos, que existen en el orden temporal, o, como dice en este sentido el Concilio (GS 2): “Toda la familia humana en el contexto de todas aquellas realidades entre las cuales vive ella”. (Pablo VI, Audiencia general, 23-abril1969) 

¿Cómo podremos consagrarnos los laicos dentro de la sociedad donde vivimos? No es una tarea sencilla, ya que es necesario estar en misa y repicando, como dice en refrán. Quizás esta consagración pueda tener las siguientes características: 

¿Cómo llevar todo esto hacia delante con coherencia, disciplina y humildad? Pues es imposible por nosotros mismos. Nuestra voluntad no puede hacer el milagro de conseguir la santidad por muchos esfuerzos humanos que realicemos. La santidad es una consecuencia de la actuación de la Gracia de Dios en nosotros. Entonces ¿Por qué necesitamos modelos?

Hay que tener claro que no se trata de seguir modelos de comportamiento de forma imitativa y automática. Coger la vida de un santo y calcarla sin más. Se trata de saber que Dios quiere nuestra santidad y que por ello dona su Gracia a quien la solicita y la acepta. Sin modelos actuales de santidad laica, parece que Dios no deseara la santidad de los laicos y sólo propiciara la santidad de los religiosos y consagrados, lo que es totalmente falso. Más bien es nuestra ceguera y nuestro egoísmo, lo que nos impide ver esta santidad en los demás y estar dispuestos a encarnarla. 

Busquemos modelos de laicos santos actuales, con relevancia social y que se ajusten a la misión que Cristo y la Iglesia nos señalan. No dudo que existan, pero no podemos decir que su modelo se difunda con facilidad dentro de la Iglesia. Hay que buscarlos y difundirlos. Hay que tener el valor de pedir al Señor que nos conceda su Gracia y la santidad.