En este mes de junio hay una pregunta de que siempre nos ronda ¿Qué sucede para que la inmensa mayoría de los niños que hacen la primera comunión desaparezcan de las parroquias. ¿Por qué son pocos los jóvenes que llegan a confirmarse? 

Hay algo que falla y no terminamos de dar con la clave. Lo que es evidente que esta desaparición tiene mucho que ver con la necesidad de una Nueva Evangelización

Desde mi humilde punto de vista existen algunos problemas sobre los que es necesario reflexionar para conseguir una mejor comprensión de este problema: 

Josep Miró i Ardèvol, director del Instituto de Estudios del Capital Social (INCAS) de la Universidad Abat Oliba, apunta dos causas para que aparezca la desafección de los jóvenes y no tan jóvenes: la Iglesia no es capaz de ofrecer a unas estructuras y unos significantes adecuados para las personas actuales y tampoco realiza un apoyo eficaz a las familias. 

Pero hay más elementos en el puzzle: la desaparición de referencias a la vida espiritual y de fe en la vida cotidiana. Muchos padres que traen a sus hijos a las catequesis de pre-comunión lo hacen por costumbre, ya que ellos no viven la fe de forma activa ni están dispuestos a hacerlo. Las catequesis se entienden como un “peaje” que hay que pagar para cumplir con el rito social. 

Una de las soluciones se han planteado para disminuir el número de jóvenes que no llegan a confirmarse, es adelantar la edad de la confirmación. En principio no es mala idea, ya que haciendo esto se reduce el tiempo en blanco que existía entre la primera comunión y el inicio de las catequesis de confirmación. Aunque esta solución sólo actúa sobre los síntomas, conseguir que los niños permanezcan unos años más, dentro de la comunidad parroquial, es una oportunidad para abordar las causas. Es decir, el objetivo no es que prolonguen su estancia en la comunidad parroquial, sino que encuentren un camino de fe, estable, dentro de la comunidad. 

Si somos sinceros con nosotros mismos, no deberíamos de olvidar que la permanencia de los niños y/o jóvenes en la comunidad pasa por la permanencia activa de toda la familia. Para que la familia encuentre un lugar en la comunidad parroquial, hay que ser consciente que todos somos parte de una familia y es imposible crear una comunidad a partir de individuos que prescinden de su dimensión familiar. La comunidad parroquial debería ser una comunidad de familias que se integran, colaboran y buscan su sentido dentro de la misión evangelizadora.