La propuesta de un «director general» para la Curia Romana llega desde el mismo corazón de la Iglesia. La formula el presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Cardenal Francesco Coccopalmerio, quien durante la congregación general de los cardenales (reuniones previa al Cónclave) de febrero de 2013 habló de la necesidad de mayor eficiencia en la comunicación entre los jefes de dicasterio y el Papa, de cara a un mejor gobierno.
 
Su pensamiento ha quedado recogido en una entrevista publicada en el diario italiano Il Corriere della Sera del pasado 22 de abril. La propuesta no es una hipótesis más: ya cuando era obispo auxiliar de Milán ayudó en la creación de una oficina para el «Moderator Curiae», figura análoga que el Cardenal Coccopalmerio propone ahora para el Vaticano: un director general para la Curia Romana que «no se entromete entre el Papa y los dicasterios», precisa, sino que «Es aquel que hace funcionar la Curia. Si un dicasterio tiene una tarea particular, por ejemplo, es el Moderador el que se pregunta acerca de cuáles instrumentos hay necesidad, si se tiene suficiente personal cualificado y demás. En consecuencia está para organizar la cosas».
 
¿Y en este nuevo esquema cuál es entonces el papel del secretario de Estado? Así responde el Card. Coccopalmerio: «Son papeles diversos. La Secretaría de Estado ayuda más directamente al Papa y la figura del Secretario de Estado es una figura dirigida a lo externo, se ocupa de problemas de la Iglesia universal al lado del Pontífice. La tarea del Moderador, por el contrario, está limitado a la Curia Romana, para que funcione mejor».
 
Y cuando es interrogado por el objetivo de una reforma subraya: «El concepto de fondo es que el Papa, para gobernar la Iglesia, debe cumplir una serie de actividades: por ejemplo, elegir obispos, las relaciones ecuménicas, ocuparse de los consagrados, de la familia o de la los seminarios, etc. El Papa tiene muchas cosas que hacer y todas son diversas entre ellas. Debe ser ayudado por personas competentes y espiritualmente a la altura. Precisamente los dicasterios de la Curia nacen parta esto». Y añade: «En consecuencia, es necesario que exista una relación constante entre el Pontífice y los dicasterios. El Papa debe saber aquello que cada uno está haciendo, dar su juicio: van bien, no van bien, se puede corregir esto, agregar esto otro. Porque en el momento en que se dice: «está bien», hace propia la actividad del dicasterio, es el Santo Padre que la cumple a través de las competencias de las personas que él ha indicado».
 
Evidentemente se trata de una opinión respecto a una posibilidad dentro del proceso para mejorar el servicio de la Curia Romana. Una opinión con suficiente experiencia como para minusvalorarla y que, de todos modos, seguramente estará en el ojo de aquellas personas a quienes compete llevar adelante este asunto.