Introducción:

La vida religiosa -hoy como ayer- se trata de una opción profundamente contracultural, pues únicamente puede entenderse a partir de la perspectiva que nos ofrece la fe. ¿Por qué una mujer rica, guapa e inteligente entraría a una congregación haciendo votos de pobreza, castidad y obediencia? A simple vista, ¡no hay respuesta!, sin embargo, al considerar la existencia y experiencia de Dios, es posible llegar a una conclusión: lo deja todo para ganar a quien lo es todo: Cristo. Por esta razón, no debe extrañarnos que una mujer como Martha Christlieb Ibarrola, decidiera jugársela a lo grande, sorteando todo tipo de obstáculos, con tal de convertirse en una religiosa de verdad.

 Nacimiento y contexto familiar:

Martha nació en la Ciudad de México -capital de la República Mexicana- el 23 de junio de 1914. Fue bautizada el 19 de julio de ese mismo año. Sus padres fueron Alfredo Christlieb Rapp y Paula Ibarrola Vértiz. Resultó la primera de once hermanos. Perteneció a una familia acomodada económicamente hablando, con fuertes raíces europeas. Todo en el contexto histórico del México postrevolucionario.  

Química y vocación religiosa:

Aunque su familia no era ajena a los valores cristianos, cuando Martha expresó el deseo de ingresar en la vida religiosa, su padre fue tajante: “mientras no me presentes tu título de química, no hablamos de ningún proyecto”, dicha reacción la llevó a tomarse más enserio sus estudios y concluirlos, convirtiéndose en una egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México. Habiéndose recibido como química, se dieron nuevas oposiciones de parte de sus padres, sin embargo, tras conocer al P. Edmundo Iturbide Reygondaud M.Sp.S., encontró un guía muy humano y espiritual que la llevó a tomar la decisión vocacional con audacia y plena libertad. Una vez resuelto el problema del permiso, ingresó con las Misioneras de Jesús Sacerdote, recibiendo el hábito de novicia el 20 de noviembre de 1942. El 25 de diciembre de 1948 hizo sus votos perpetuos, alcanzando el sueño que la había marcado durante varios años. Como parte de la congregación, destacó por sus dotes como profesora y superiora local de la comunidad de Puebla.

Fundadora:

Tras discernir y consultar el asunto con Mons. Guillermo Piani, delegado apostólico en México, tomó la resolución de separarse del instituto al que había pertenecido durante varios años. ¿La razón? Dar vida a una nueva congregación religiosa que viviera el espíritu sacerdotal y eclesial que el P. Edmundo Iturbide había infundido en ella desde un principio. Esto suele pasar en la vida de muchos santos. Recibir la llamada, dentro de la llamada. Con ayuda de Mons. Pío López y Estrada, Arzobispo de Xalapa, se convirtió en la fundadora -junto con el P. Edmundo- de la congregación de las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia el 3 de diciembre de 1952.

Se ocupó de las primeras fundaciones en el estado de Veracruz, siendo muy audaz en la apertura de nuevos colegios. Dejó una huella mariana y eclesial en sus hijas espirituales y ex alumnas. La divisa que animó su vida apostólica fue “Sentire cum Ecclesia” (Sentir con la Iglesia). Murió -víctima de cáncer- con fama de santidad el 9 de mayo de 1975. En todo momento supo mantener la fe, la esperanza y el sentido del humor.

¿Por qué se propone como candidata a la canonización?

La historia oral de la congregación, especialmente, de quienes fueron sus alumnas en el Colegio de la Vera Cruz de Orizaba, cuentan que sin hablarles todo el tiempo de Dios, algo en ella les hacía entrar en un ambiente de oración, pues en varias ocasiones la descubrieron con el rosario en mano en la casa anexa al instituto. Fue una religiosa preocupada por el alto nivel intelectual y espiritual del alumnado, sabiendo corregir sin lastimar. Lo que movía era su sencillez, audacia y fidelidad al ejemplo de María, Madre de la Iglesia. Los sencillos consiguen amar con una intensidad que termina dando una serie de frutos inimaginables. Se hizo “santa sin darse cuenta” (paráfrasis de una frase que en su momento le dirigió el Venerable P. Félix de Jesús Rougier, M.Sp.S.). Detrás de su labor como mujer, joven, estudiante, química, religiosa, maestra y fundadora se encontraba la convicción de responder a Dios en cuerpo y alma, optando siempre por la humildad que es la clave de la santidad. Podemos decir que hizo de lo ordinario de su vida algo extraordinario. El lema del proceso de canonización -atendiendo a sus propias palabras- es: “toda de María para Jesús”. 

 Agradezco en la persona de la Hna. Ruth Rivera -quien me ayudó en la redacción- a todas las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia por haberme dado a conocer la vida de sus fundadores. Valoro mucho el que me hayan abierto las puertas de la "Normal Martha Christlieb" de Orizaba, hace algunos meses para dar una de mis conferencias.