Dice el Evangelio de hoy: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Los escribas eran maestros de la ley, con formación suficiente y contrastada. Un escriba convertido es quien sabe y además se arrodilla ante el Señor con humildad. No es prepotente o vanidoso, sino sencillo y cercano. Cristo nos dice que un escriba convertido saca de lo que sabe y conoce, tanto lo nuevo como lo viejo. Es alguien que sigue los pasos del Señor, sin olvidar que Cristo es él mismo, Camino, Verdad y Vida. Respeta y vive de la Tradición transmitida por los Apóstoles, pero sin encerrarse en estéticas culturales, costumbres y las formas humanas que la Iglesia va elaborado en cada periodo de la historia. Por ello no vive de los “espíritus” socio-culturales de una época, sino de toda Palabra que sale de la boca del Señor. “El escriba convertido saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo” porque el Espíritu de Dios está en todo momento con nosotros.

... también llama escribas a los Apóstoles, porque eran como notarios del Salvador y escribían sus palabras y sus preceptos sobre las tablas de carne del corazón humano ( 2Cor 3) mediante los sacramentos del Reino de los Cielos, y gozaban de las riquezas del padre de familias y sacaban del tesoro de su ciencia las cosas nuevas y antiguas, de suerte que comprobaban cuanto predicaban en el Evangelio con citas de la ley y de los profetas. (San Jerónimo. Catena Aurea Mt 13:51-52)

Hoy en día estos escribas serían los evangelizadores. Son quienes llevan el Agua Viva en ellos mismos (vasijas frágiles de barro) para dar de beber a quien necesita la Buena Noticia. ¿Hasta qué punto somos cada uno de nosotros fieles transmisores de la nuevo y lo viejo? ¿Utilizamos estos sesgos para señalar a quien no se ajusta a la estética que es bien vista en cada momento? Somos frágiles vasijas de barro. Sólo Cristo tiene Palabras de Vida Eterna y aún sabiendo esto anteponemos políticas, ideologías, espíritus, tradicionalismos o progresismos. Aguamos la Palabra de Dios para que no sea rechazada por la sociedad actual. Creamos shows para atraer a quienes todavía se dejan convencer por estéticas.

La Iglesia debería fijarse en todos los grupos de personas que necesitan el evangelio. Mirarlos con benevolencia y caridad. Lo “nuevo” y lo “viejo” son importantes. No iremos muy lejos creando guetos y despreciando a quien esté en ellos. “Por sus obras los conoceréis” (Mt 7,15-20) y tanto que se conoce a quienes delimitan lo que aman y a todo lo demás, lo ignoran. Las semillas del Reino brotan de la buena tierra que las acoge. La buena tierra espera la semilla aunque sea tenga estética y edad diferente a las que valoramos y nos interesa humanamente.