Ante todo tu voluntad, Señor. San Francisco de Sales nos dice que en nuestra vida, siempre hay un momento de prueba en el que Dios nos pregunta, si preferimos su voluntad a los beneficios que hemos recibido de Él. Estos beneficios, son los que Dios nos ha venido dando a lo largo de nuestra vida; así pues, como todo lo que proviene de Él, son maravillosos, pero más maravilloso es Él mismo. Diremos como San Agustín: Pudiendo llegar a poseer, al que todo lo ha hecho, es tonto que nos abracemos lo que Él ha creado, en lugar de abrazar su amor, menospreciándolo a Él y no aceptando su voluntad en todo momento para demostrarle que somos dignos de él y que en la medida de nuestras escasas fuerzas, correspondemos a su tremendo amor.

          Cumplir la voluntad del Señor, es el todo para nuestra salvación, porque buscando la voluntad del Señor y cumplimentándola vamos aprendiendo a identificarnos con ella. El amor genera semejanza y cuando se ama, uno quiere identificarse con el amado, incluso en lo que este desea, en lo que es su voluntad. Cuando se llega a alcanzar el cielo de las tres potencias solo nos restará le inteligencia, tremendamente potenciada por la Luz que emana del Rostro de Dios, que nos generará la sabiduría divina, la memoria desaparecerá al estar en la eternidad, donde el pasado y el futuro son siempre presente. Y en cuanto a nuestra voluntad, ella también desaparecerá, al quedar esta voluntad,  plenamente identificada con la voluntad de Dios. ¡Vayamos pues ahora! que aún tenemos tiempo, acomodando nuestra voluntad a la del Señor y nuestra entrada en la gloria, será más rápida, sencilla y triunfal.

              La vida terrenal de Cristo, escribe Jean Lafrance, fue un perfecto acto de unión con la voluntad del Padre. Para Cristo Jesús permanecer en el amor del Padre es cumplir su voluntad. Él estaba siempre abierto a la voluntad de su Padre y permanecer en Dios no es para Él una actitud pasiva, sino una salida de sí mismo y un don de todo su ser al Padre. Es por ello, por lo que repetidamente nos pone de manifiesto la necesidad que tenemos de buscar la voluntad del Padre y cumplimentarla con todo amor. Así en los evangelios podemos leer:

-        …, mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado, y dar cumplimiento a su obra”. (Jn 4,34).-

       
“…, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envío”. (Jn 6,38).

-        “No se haga como yo quiero, Padre, sino como quieres Tu”. (Mc 14,36).

-        “No todo el que dice: ¡Señor, Señor! entrara en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo”. (Mt 7,21).

-        “¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? Y extendiendo su mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre”. (Mt 12,48-50).

-        "¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo ni uno de ellos cae en tierra sin la voluntad de vuestro Padre”. (Mt 10,29).

-        "Cuando sus padres le vieron, quedaron sorprendidos, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados andábamos buscándote. Y Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?”. (Mt 10,29).

-        Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Lc 22,41-42).

-        “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. (Jn 15,10).

         Escribía Juan Palo II diciéndonos: “¡Hacer la voluntad de Dios! ¿No está acaso en esto la quintaesencia de la santidad?”. Y nosotros debemos buscarla e identificarnos con ella, aunque solo por razón de este simple silogismo: Dios es un ser infinitamente mucho más sabio que cualquiera de nosotros, y sabe mejor que nadie lo que más nos conviene. Es un Ser que nos ama desesperadamente y hace lo indecible para que seamos eternamente felices integrándonos en su gloria. En conclusión si aceptamos su voluntad y nos vamos integrando en ella, seremos perfectos en la medida que hagamos la voluntad de Dios, porque toda la santidad, consiste en ejecutar lo que Dios quiere de nosotros, para así llegar a ser eternamente felices. Nosotros tenemos que buscar, el dejar vivir plenamente al Señor en nuestra alma, y nuestra propia voluntad, debemos usarla para aceptar la voluntad de Dios y conformar nuestro corazón al suyo, será entonces cuando realizaremos nuestra parte para dejar a Cristo vivir en nosotros y encontrar nuestra vida en Él.

        El Señor está luchando en todo momento, para que comprendamos que nuestra única y verdadera riqueza es Él mismo y su santa voluntad. El que comprenda esto y lo ponga en práctica comenzará de verdad a vivir según las palabras de la Oración del Señor, que repetimos a diario: fiat voluntas tua, hágase tu voluntad”.

       Y para ello hemos de buscar y saber, cuál es la voluntad de Dios para con nosotros, aceptarla e  identificarnos con ella, esta es la postura más inteligente que un ser humano puede tener, porque tal como escribía San Alfonso María Ligorio, lo que se hace por voluntad propia, poco o nada aprovecha…. El mayor enemigo que tenemos es la propia voluntad. Decía San Bernardo: Suprime tu propia voluntad y no habrá infierno para ti…. Porque hay que saber que todo nuestro bien, consiste en unirnos a la voluntad de Dios.

         Nuestro Señor quiere, escribe Slawomir Biela, que trates de discernir su voluntad. Analizando la situación, las circunstancias y las condiciones. Sin embargo cuando se camina a través de la oscuridad de la fe, no siempre se sabe con certeza cuál es la voluntad de Dios. A pesar de esto, siempre hay que buscarla y no tratar de encontrar apoyo en las personas o en las cosas al margen de Dios dejando así de buscar su voluntad y encerrándonos en el reino ilusorio de nuestro propio yo. Fortificando así nuestras fronteras delante de Dios, que nos quiere conducirte a la Luz de su voluntad, obsequiándonos con su amor.

       Según Georges Chevrot, hay tres signo para, reconocer la voluntad de Dios, primeramente, esta voluntad suya, siempre se encuentra fundada en la razón. Pero al mismo tiempo aun siendo razonable, nos impone una dificultad que hemos de superar y esta es su segunda marca. La tercera indicación consiste en que es actualmente realizable. Ignoramos lo que Dios nos pedirá mañana, nos basta con saber lo que quiere de nosotros hoy. Conociendo su voluntad, no hay más que suprimir los si, los pero, los sin embargo, y sustituirlos por esta sencilla palabras: si. Un si inmediato espontáneo, alegre.

          De dos modos el Señor, nos a conocer su santa voluntad: por medio de lo que nos prohíbe, manda o aconseja, y valiéndose de las disposiciones de su providencia. La primera forma se llama voluntad revelada de Dios, y la segunda constituye su voluntad de beneplácito. Cierro esta glosa, con unos pareados que dicen:

Que no sea yo quien decida,
lo que ha de ser mi vida,
que mi vida solo sea,
lo que tu divina voluntad desea”.  J.C.

             Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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