Muchas veces podemos llegar a pensar que la salida a la crisis de fe que estamos viviendo pasa por realizar grandes programaciones o proyectos; sin embargo, aun cuando se necesita cierta logística, es mejor empezar por lo que se tiene al alcance de la mano. Por ejemplo, cuidar las homilías. Si esto se hiciera conseguiríamos, como Iglesia, resolver buena parte del problema del secularismo. No todo, porque también implica salir, pero si un porcentaje significativo, pues las homilías no solamente tocan a los que asisten regularmente a Misa sino a los ocasionales o muy esporádicos; es decir, aquellos que asisten por una boda o funeral y que, justamente porque no lo hacen por convicción, deberían encontrarse con una homilía breve, pero, al mismo tiempo, profunda, capaz de despertar en ellos el deseo inconsciente de Dios.

Una homilía puede ser el primer paso de vuelta a la fe o, lamentablemente, una nueva razón para confirmar los prejuicios. De ahí la importancia de cuidarlas. “Pero uno debe ir a Misa por Dios y no por el sacerdote en turno”. Es correcto; sin embargo, no todos tienen ese nivel de madurez y, ante la falta de eso, la homilía puede marcar la diferencia entre una cosa y la otra. Pongamos un ejemplo: Pedro, lleva quince años sin ir a Misa. De pronto, se la casa un sobrino y acude a la boda religiosa. Llega, toma asiento, comienza la celebración y al momento de la homilía, luego de años de haber tomado distancia, empieza a escuchar, atónito, no una reflexión sobre las lecturas aplicadas a la vida cotidiana y al matrimonio, sino sobre “lo bueno que está el buffet de los martes”. ¿Qué pasará? Sencillo. Pedro saldrá convencido de su “no” a la fe. Cosa distinta si, luego de más de una década, se topa con que el sacerdote, a la luz de las lecturas, con cercanía, asertividad, buena formación y ejemplos concretos comparte una homilía bien situada. No sabemos si vuelva a la fe, pero es un hecho que, ante la profundidad y sentido práctico de aquel sacerdote, algo positivo surgirá.

Lo del buffet no es una crítica al hecho de que el sacerdote se muestre humano. Al contrario, está muy bien que en sus homilías se presente como alguien cercano y accesible. Lo que se quiere enfatizar es que no se pierda de vista que para todo hay un tiempo, modo y lugar.

Ahora bien, desde la perspectiva de un laico que, como tal, ha escuchado muchas homilías a lo largo de su vida, ¿qué aspectos deben considerarse al preparar una? En primer lugar, la mejor forma de construirla es abordarla desde la oración. Ósea, meditar las lecturas. Posteriormente, preguntarse qué le dicen, retomar experiencias de su vida y, entonces, con un pequeño esquema, desarrollar tres o cinco puntos que no superen los diez minutos. Cuando el sacerdote explora su interior, identificando momentos del día a día, su homilía permite que las personas se identifiquen con él y, entonces, ya no es un rollo rebuscadamente piadoso, sino un comentario breve, sencillo, estructurado y capaz de conectar con la vida. Jesús era práctico y profundo en su predicación. En él están los elementos que deben considerarse en una homilía. Evitar, desde luego, tanto el moralismo como el relativismo, para presentar el Evangelio con su exigencia, pero al mismo tiempo con un tono alentador, positivo, capaz de llevar la mirada hacia nuevas metas. Cuidar las homilías es el primer paso para responder al secularismo. 

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Les propongo dos libros electrónicos que he escrito y que pueden ser de su interés:

Título del libro: Proceso de Dios:

"El proceso de Dios", es un pequeño libro que reflexiona sobre puntos importantes de la fe desde una perspectiva teológica y filosófica. Es concreto y, al mismo tiempo, profundo, capaz de responder las preguntas propias de aquellos que se cuestionan en su relación con Dios.

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Título del libro: Líneas escolares:

¿Cómo abordar la emergencia educativa? ¿Cuál es el futuro de los colegios católicos? ¿Qué cambios tienen que darse? Éstas y otras preguntas son las que se abordan en el libro. Lo interesante es que el autor trabaja como maestro y, por lo tanto, los puntos que ha escrito parten de su experiencia en la realidad, en la "cancha de juego". Una interesante reflexión de todos los que de una u otra manera saben lo complejo que es educar en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, lo necesario que resulta seguirlo haciendo.

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Nota:

Al comprar alguno de los dos libros contribuyes al apostolado que llevo a cabo en favor de la fe y la cultura. ¡Gracias!