Sigue Dios en nuestro punto de mira. En el anterior post hablábamos de cómo es Dios. En este seguimos avanzando y nos planteamos la Adoración a Dios, y como esta Adoración se ha de traducir en gestos vitales concretos ante situaciones variadas, algunas de ellas dolorosas. El que no cree en Dios no lo va a entender. Pero si debe respetar que los que creemos sintamos la necesidad de acercarnos a Dios en espíritu y en verdad, y ofrecerle lo que somos y tenemos, sobre todo nuestro corazón agradecido de hijos. Me valgo de ello de algunas aportaciones publicadas en distintos cauces de la Red. 

 

 


¿QUÉ ES ADORAR A DIOS?

Es reconocerlo como  nuestro Creador y nuestro Dueño

Es reconocerme en verdad lo que soy:

hechura de Dios, posesión de Dios. 

Dios es mi Dueño.  Yo le pertenezco.  

 Adorar a Dios, entonces,  es tomar conciencia de nuestra dependencia de El

y de la consecuencia lógica de esa dependencia:

entregarnos a El y a su Voluntad.

Tú eres mi Creador,  yo tu creatura,

Tú mi Hacedor,  yo tu hechura,

Tú mi Dueño, yo tu propiedad.

Aquí estoy  para hacer tu Voluntad.

 

 


COMO ADORAR

Recordemos la escena de los Reyes Magos ante el Niño Jesús y la de los 24 Ancianos del Apocalipsis, los cuales se postraron y adoraron al Señor, quitándose sus coronas.
Quitarnos nuestras coronas es despojarnos de nuestro yo.  Despojarnos de nosotros mismos es estar frente a Dios en la verdad.
                “Los verdadero adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4, 23).  Somos capaces de ser veraces prácticamente sólo cuando adoramos.  La adoración es lo que nos hace estar en verdad.
Y ¿cuál es nuestra verdad?  Que somos directamente dependientes de Dios.  No nos valemos por nosotros mismos.  La adoración exige esa pobreza de las bienaventuranzas:  ser pobre de espíritu.  Es la pobreza radical de quien se sabe nada.  Nada somos, nada tenemos. Equivale a: “Dios es Todo, yo soy nada”, de Santa Catalina de Siena.
Al descubrir a Dios como Creador, descubrimos inmediatamente que no somos nada y que todo lo recibimos de El.
Nos ponemos, entonces, delante de Dios en desnudez, como Job cuando al final aceptó -por fin- que recibía todo de Dios:  “Reconozco que lo puedes todo” (Job 42, 1-6).
 Como la canción Maranatha:  “Haz que me quede desnudo ante tu presencia, haz que abandone mi vieja razón de existir”.   Hay que abandonar las alforjas que cargamos y el viejo vestido, que llevamos puesto.  Y que pretendemos llevarlo –inclusive- a la oración.(www.homilia.org/adorar/2comoadorar1.htm)

 
TESTIMONIO DE FE EN DIOS

Hace año y medio mi mujer y yo perdimos a un hijo de 47 días. Al levantarnos por la mañana nos lo encontramos muerto en su cuna. Así, sin mas, sin poder luchar ni hacer nada por el, repentinamente perdimos a nuestro hijo. Ver a mi mujer abrazar el cuerpo muerto de Jacob (así se llamaba) es una imagen devastadora que recurrentemente remueve aun todo mi ser. Algo se rompe dentro. No se lo deseo a nadie, NADIE. Por eso lo ultimo que se me ocurriría seria juzgar a estos padres.
A nosotros nos salvo la Iglesia, no podré nunca dar suficientes gracias a Dios por tenernos en su Iglesia. El entierro de nuestro hijo lo cambio todo. Un cura amigo nos pregunto si creíamos que nuestro hijo estaba en el cielo. Al responder que si nos dijo que el funeral/entierro debía reflejar eso. Es mas, nos dijo que nuestro hijo era ya Santo y por tanto la liturgia cambiaba: ya no era una asamblea que intercedía a Dios por el muerto sino que era una asamblea que pedía al muerto, ya Santo, que intercediese ante Dios por ellos.
Hasta ese día mi mujer y yo solo intentábamos ser fuertes y ayudarnos en la oración, pero a solas nos desmoronábamos con nada. Después de esa liturgia todo cambio, vimos como en medio de esa cruz, de ese horror, aparecía Dios entre nosotros que nos amaba profundamente y que nos abría el cielo: Cristo esta resucitado y nuestro hijo con el. Cristo con su muerte había derrotado a la muerte, si, la muerte de mi hijo también, de forma que el cuerpo inerte de mi hijo no era el fin de nuestro hijo sino el principio de su vida eterna.
Mi mujer y yo somos felices, sabemos que tenemos un hijo en el cielo que intercede por nuestra familia cada día. ¿Por qué nosotros podemos vivir este acontecimiento de esta forma y a esta otra familia les lleva al suicidio? ¿Porque somos mejores que ellos? NO y NO. La respuesta es porque hemos sido evangelizados y ellos no. Tenemos una respuesta ante la muerte y el sufrimiento y ellos no.
¡¡Por eso me subleva cuando se ponen trabas a la evangelización de dentro de la Iglesia!! Tantos debates, tantas discusiones y rivalidades. Pero ¿no entienden que se trata de un asunto de vida o muerte? ¿Que la gente sufre a mansalva, sin respuesta alguna ante los sufrimientos que la vida les presenta? ¿Cómo hubiésemos afrontado este acontecimiento de muerte fuera de la Iglesia? Os aseguro que no mejor que esta pareja. A mi me ha salvado Cristo en su Iglesia, a través de gentes concretas que se dejaron de remilgos y teologías infantiles de salón y me anunciaron lo que la Iglesia proclama desde hace 2000 años.
Albert  (Fuente: http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/dos-testimonios-dolorosos-del-amor-de-di)

 
 

No hacen falta comentarios. Los que puedan  entender que entiendan. Los que no tengan la suficiente fe como para dirigirse a Dios en estos terminos, pueden pedirsela a Dios que, sin duda, les concederá este gran don. Vale la pena.