Sí, querido lector porque para empezar, los coptos no han celebrado la Navidad como hacemos los católicos el 25 de diciembre, sino el 7 de enero, una fecha que no hunde sus raíces en una discrepancia tanto teológica, como en otra de tipo mucho más prosaico, cual es el no haber adaptado las fechas litúrgicas coptas a la reforma del calendario realizada en su día por el Papa Gregorio XIII y sus astrónomos Aloysius Lilius y Cristóbal Clavius, los cuales descubrían que existía en el vigente calendario juliano un desfase significativo respecto del año solar, producto de no durar el año según había establecido el astrónomo Sosígenes en el año 46 a.C. 365,25 días sino 365,242189. Como se ve, ni una cienmilésima de diferencia que, sin embargo, había producido en los dieciséis siglos que había estado en vigor el calendario de Julio César, un adelanto del año en nada menos que diez días. Diez días que, por cierto, han seguido creciendo hasta convertirse en los trece que rigen hoy, y que siguen creciendo, lo que implica que un buen día, los coptos, y con ellos muchos otros cristianos pertenecientes a muchas de las iglesias griegas (), terminarán retrasando la Navidad aún un día más, para celebrarla el 8 de enero.
  

           Esto dicho, ha sido la presente una navidad especialmente triste para nuestros hermanos coptos, que por cierto, estrenaban papa en estas lides, Teodoro II, el cual sucedía en el trono de la iglesia al carismático Shenouda III (se lo cuento todo sobre él ), fallecido el pasado 17 de marzo. Un Teodoro II al que algunos fieles reprochan el mantener un perfil muy bajo, probablemente con la asumida intención por su parte de no crear más fricciones con las autoridades islamistas del país. “Alegría y felicidad” deseaba a todos los egipcios en su mensaje navideño, mientras destacaba su papel espiritual al margen de toda actividad política. Un Teodoro II al que, por cierto, dejaba plantado el presidente de la nación, Mursi, con el que muchos habrían deseado verle fotografiado en su entronización o en algún momento de las fiestas. A los efectos, no está de más recordar que el año pasado por estas mismas fechas, y antes de encaramarse al poder, los Hermanos Musulmanes ofrecían su protección a los cristianos para evitar nuevos ataques a sus iglesias, gesto que en modo alguno han ratificado este año.
 
            Lo más ha contribuído, sin embargo, a la tristeza de las navidades coptas sobre la que hablamos, quizás haya sido la aprobación este año de una Constitución para Egipto de cuya asamblea constituyente se retiraron los representantes coptos, al igual que hicieron los demás grupos y partidos excepto los islamistas, y que los coptos rechazaron en el referéndum, en medio de las denuncias sobre su incapacidad de votar en algunas zonas del país. Una constitución en la que no se reconocen específicamente los derechos de las minorías religiosas y que consolida, además, el papel de la sharía o ley islámica como fuente de derecho, una sharía que en sus interpretaciones más extremas, -vigentes, por cierto, en muchos países islámicos-, condena con la muerte la conversión desde el islam a otras religiones, la blasfemia, el adulterio o la homosexualidad. Todo lo cual daba al traste con las esperanzas que muchos analistas extranjeros -y muchos coptos también, dentro del país-, habían depositado en el proceso precipitadamente denominado “Primavera Arabe”, cada vez más parecido a un otoño destemplado, cuando no, directamente, a un crudo y desapacible invierno.
 
            Junto a este hecho de la máxima importancia, muchos otros revelan por donde parecen ir los tiros de ahora en adelante. En nuestro Termómetro de ayer nos hacíamos eco del atentado abortado por el ejército egipcio contra una iglesia en la ciudad de Rafah, en la península de Sinaí, durante la celebración de la Navidad copta, que pretendía perpetrar una verdadera carnicería, y que traía a la memoria los infaustos eventos del pasado 1 de enero de 2011, cuando al menos 23 personas eran asesinadas mediante un coche bomba colocado frente a una iglesia copta en Alejandría.
 
            En la televisión egipcia cada vez son más frecuentes exabruptos como el que debemos hoy a un supuesto imam, Hisham el-Ashry, quien en hora de máxima audiencia pronunciaba estas terroríficas palabras que dan cuenta de lo que puede estar cociéndose en el país: “Una vez se me preguntó: si yo llegaba al poder, ¿podrían permanecer las mujeres cristianas sin velo? Y yo respondí: si quieren ser violadas por las calles, entonces sí”.
 
            Toca rezar por nuestros hermanos coptos, (y también exigir a nuestros gobiernos que estén atentos al respeto de sus derechos en Egipto), a los que esperan días que, según asoman por lontananza, no van a ser, precisamente, de vino y rosas.
 
 
                (*) Dedicado a mis buenos amigos Shamir y Kamal, dos cristianos coptos extraordinarios que tanto me han ayudado a conocer a los coptos.
 
 
            ©L.A.
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