Si tres son los papas españoles, no habían de faltarnos compatriotas para ejercer de antipapa. El caso más sonoro ya hemos tenido ocasión de analizarlo en esta columna, Benedicto XIII ( si desea conocer algo más sobre su figura). No fue el único porque en la misma nómina, y por cierto estrechamente vinculado a él como veremos, figura también nuestro Clemente VIII, Gil Sánchez Muñoz y Carbón, nacido en Teruel en el año 1370, arcipreste que fue de Teruel y canónigo también de Barcelona.
  

           El papado, o por mejor decir antipapado, de Gil Sánchez, el futuro Clemente VIII, nunca reconocido por la Iglesia por lo que su ordinal ni siquiera corrió –de hecho el verdadero Clemente VIII reinará de 1592 a 1605-, hay que entenderlo como parte del episodio que la historia registra como el Cisma de Occidente, con tres Papas coronados, Juan XXII, Gregorio XII y Benedicto XIII. Un período muy interesante al que también habremos de dedicar una entradita en esta columna alguno de estos días.
 
            Por lo que hace a nuestro Clemente, para conocer y entender su figura nos basta de momento con retrotraernos al también antipapa y también español Benedicto XIII, el Papa Luna, el cual, en los últimos momentos de su larga vida, crea su propio colegio de cardenales con los cuatro hombres de su mayor confianza con el designio de que le designen un sucesor a su muerte, a tal punto había llegado en esa terquedad por la que pasa a la historia. Uno de esos cuatro hombres es precisamente Gil Sánchez, que además, será aquél sobre el que recaiga finalmente la elección papal (o deberíamos decir antipapal), cosa que acontece un 10 de junio de 1424. Gil adopta el nombre de Clemente VIII. Todo lo cual no obsta para que el único cardenal discordante de la elección, Bernard Garnier, se proclame a sí mismo papa, con lo que ya tenemos el antipapa del antipapa, o el anti-antipapa, de lo más divertido.
 
            Atrincherado en el castillo de Peñíscola, Clemente VIII se beneficiará de las tensiones existentes entre el reino de Aragón y el Papado por causa del reino de Nápoles que Alfonso V de Aragón reclamaba para sí, circunstancia que aprovechará para instalar en dicho castillo su “corte papal” y mal que mal, ver transcurrir tranquilamente su “papado”.
 
            Aunque el legítimo Papa Martín V (14171431) que pone fin al Cisma ordena a los obispos de Barcelona y Tortosa resolver la cuestión, éstos no pueden hacer nada, y aquélla se prolonga hasta que Martín V envía como legado a Aragón a Alfonso de Borja (), el cual acepta las pretensiones del Magnánimo, que tal era el sobrenombre de Alfonso V de Aragón, sobre Nápoles, momento en el cual, el propio rey obliga a Gil Sánchez a poner fin a su papado.
 
            Tras poco más de cinco años de papado, Clemente VIII abdica el 26 de julio de 1429, reconociendo explícitamente la autoridad de Roma. Martín V premia su sometimiento nombrándole obispo de Mallorca, calidad en la cual vendrá a morir un buen día de los inocentes, el 28 de diciembre de 1446, diecisiete años y medio después de su “abdicación”, hace hoy pues más de 566 años ya. Se halla enterrado en la sala capitular de la Catedral de Palma de Mallorca (ver foto más arriba).
 
 
            ©L.A.
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