Mucho se repite el consabido tópico de que Roma debe afrontar de una vez la elección por primera vez en su historia de un papa africano. Y la pregunta que nos hacemos hoy es, precisamente, ésta: en caso de que así lo hiciera, ¿sería efectivamente el primero en la historia de la Iglesia?
 
            Pues bien, lo cierto es que papas africanos ya han existido, y no uno, sino por lo menos, dos. Cosa distinta es que fueran negros, y ahí sí, se ha de reconocer que la historiografía no los imagina de raza tal, y aunque poco es lo que se sabe de ellos, no es muy probable que lo fueran, ya que hasta la llegada de los pueblos árabes como consecuencia de la expansión islámica del s. VIII, el norte de Africa está muy latinizado, y aún la llegada de dichos pueblos árabes semíticos, tampoco representa la negrificación de la zona. Aunque en honor a la verdad, la posibilidad existe, ya que desde luego, ni retratos ni descripciones existen, por lo que la hipótesis no es descartable al 100%.
 
            Los papas africanos son, como ya hemos dicho, dos. El primero es San Víctor I. El “Liber Pontificalis” lo sitúa como nativo de África y dice que su padre se llamaba Félix. En cuanto a las fechas de su pontificado, más relacionado con el episcopado de Roma que propiamente con un papado universal todavía, aunque como veremos hará importantes avances en dicha dirección, existen pequeñas discrepancias. Así, mientras el “Liber Pontificalis” citando el “Catálogo Liberiano” lo emplaza entre los años 186197, la “Crónica de Eusebio” coloca el inicio de su pontificado en el año séptimo del reinado del emperador Cómodo (180192) y le da una duración de doce años, y la “Historia de la Iglesia” de Eusebio de Cesarea sitúa el inicio en el décimo año del reinado de Cómodo y le atribuye una duración de diez años.
 
            En cualquier caso, coincidió con unos años de tranquidad exterior para la Iglesia, relacionados al parecer con la influencia sobre el Emperador Cómodo de una mujer de nombre Marcia, posiblemente cristiana, que, según testimonia San Hipólito en su “Philosophumena”, hasta consigue la remisión de la sentencia de los cristianos condenados a trabajos forzados en las minas de Cerdeña. San Ireneo en su “Adversus Haereses” señala que los cristianos incluso fueron empleados en este periodo como oficiales de la corte imperial. En cuanto a su sucesor, Septimio Severo, también los trata bien durante los primeros años de su reinado: mantiene en su palacio a un cristiano llamado Próculo que le había curado, los protege contra los excesos de la turba, y según atestigua Tertuliano en su obra “Ad Scapulam”, hasta da a su hijo Caracalla una ama de cría cristiana.
 
            Durante el período de Víctor se agudiza la famosa disputa sobre la Pascua: mientras los cristianos romanos de procedencia asiática (cuatordecimanos) celebraban la Pascua el decimocuarto día del mes de nisan, sin importar el día de la semana en que cayera, los romanos lo hacían ya en el modo en que conocemos hoy. Víctor habría escrito al Obispo Polícrates de Éfeso para unificar la práctica de acuerdo con los usos romanos, a lo que Polícrates se habría negado. Víctor convoca entonces en Roma un encuentro de obispos italianos que es el primer sínodo romano conocido. En el asunto implica a muchos obispos de la Iglesia incluso no italianos, como Teófilo de Cesarea, Narciso de Jerusalén, Palmas de Ponto, San Ireneo de Lyon, los obispos del Reino de Osrhoene, Basilio de Corinto… todos los cuales se expresan por celebrar la pascua al modo romano. Víctor, que actúa en todo momento como verdadera cabeza de la cristiandad en una de las más tempranas expresiones de la primacía romana, llama a los obispos asiáticos a observar la práctica universal o abandonar la comunión eclesiástica, un proceder que, sin embargo, no satisfará a todos los obispos, como por ejemplo Ireneo de Lyon, de cuya protesta tenemos constancia. Si bien no se conoce el desenlace del asunto durante el reinado de Víctor I, sí sabemos que para el s. III la práctica romana es prácticamente universal.
 
            Se registran también durante el período de San Víctor varios movimientos cismáticos: así, el del oriental Blasto; el del gnóstico Florino, que defendía la herejía de Valentino, al que San Ireneo dedica dos tratados; o el del tratante de cueros Teodoto, suerte de prearriano que terminará excomulgado. Es posible que o el propio Víctor, o si no él su sucesor San Eleuterio, hubieran de vérselas con la herejía montanista.

           San Jerónimo
en su obra “De viris illustribus” llama al Papa Víctor el primer escritor latino en la Iglesia, mencionando algunos opúsculos de su autoría que, en cualquier caso, no nos han llegado. Es posible que durante el reinado de Víctor se redactara el canon de la Escritura usado en Roma, parcialmente conservado en el Canon de Muratori.
 
            En cuanto al segundo papa africano, San Melquíades, lo conocemos ya... ¿qué no? A su persona dedicamos ya unas líneas en esta columna, cuando hablamos de aquel papa “madrileño”... ¿qué no se acuerdan? Pues si no lo hacen .
 
 
            ©L.A.
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