La pregunta que da título al presente artículo no me la formulo yo (que también). Se la formula, como digo en el título, el propio Papa Benedicto XVI, quien no deja pasar el tiempo para darle él mismo una respuesta, lo que ha hecho en estos términos en el mensaje que ha preparado para la 46ª Jornada Mundial de la Paz que se celebrará el 1 de enero de 2013 bajo el título “Bienaventurados los que trabajan por la paz”:
 
            “Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infligida a la justicia y a la paz”.
  

           Siempre he alabado el claro y decidido posicionamiento de la Iglesia Católica en la lucha contra determinadas aberraciones que se cometen en el mundo actual y particularmente en los países que nos son más cercanos cultural y antropológicamente hablando. De la misma manera que siempre he defendido que para estar en la lucha por la vida y en la lucha por la defensa de la verdad y de los conceptos no era estrictamente necesario ser cristiano. Se basa mi impresión no sólo en el análisis teórico de la cuestión, sino también en una percepción empírica que me demuestra que a pesar de que lo manifiesten de una manera no necesariamente ruidosa, son muchos los ateos que están contra el aborto y la eutanasia, como son muchos también lo homosexuales que no creen que el matrimonio sea algo que pueden ejecutar dos personas del mismo sexo.

            Pues bien, a veces, pocas veces pero sí algunas, he encontrado la incomprensión de algunos cristianos que han intentado convencerme de que me equivoco, y de que la defensa esos principios sólo se puede realizar cabal y eficazmente desde la concepción cristiana de la vida y de la sociedad.
 
            Me alegra hoy saber que mi modo de pensar coincide con el de uno de los grandes sabios del mundo actual, el filósofo Josep Ratzinger, Benedicto XVI a la sazón, líder de la comunidad de cristianos más grande del mundo, líder de la comunidad religiosa más importante del planeta. Creo como él, que el gran logro de poner fin a algunas de las grandes aberraciones que se consuman en nuestros días pasa porque sepamos luchar codo con codo con personas que se dicen, que se creen o que se tienen por no cristianas, o incluso por no creyentes, sin hacerles de menos por no profesar los presupuestos de la fe cristiana o de la fe católica o hacerles creer que las presentes son causas reservadas para los cristianos.
 
 
            ©L.A.
                Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día,
                o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en
                Otros artículos en
 
 
 
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(haga click en el título si desea leerlos)
 
De Benedicto XVI, de ateos y de agnósticos
Del Patio de los Gentiles, un espacio para el diálogo con los ateos
¿Por qué lo llaman “laicismo” cuando quieren decir “anticlericalismo”?
De esa nueva religión llamada ateísmo
Del aborto en el islam