Un personaje controvertido y pintoresco de la historia de España es el conocido como Papa Luna, que clamó ser Benedicto XIII, aunque el verdadero Benedicto XIII reinó entre 1724 y 1730, es decir, trescientos veinte años después de muerto el aragonés, al que, en realidad, apenas le fue dado el alcanzar la condición de antipapa.
 
            Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor nace en Illueca, en la provincia de Zaragoza, el año 1328, en una aristocrática familia aragonesa, los Luna. Empezó la carrera militar, pasando luego a la iglesia. Estudia leyes en la Universidad de Montpellier, en la que también será profesor de derecho canónico.

           Investido cardenal por el papa francés Gregorio XI (13711378) que tenía su sede y corte en Aviñón, acompaña al pontífice cuando, a instancias de Santa Catalina de Siena, éste vuelve a Roma.
 
            A la muerte de Gregorio XI en 1378 justo cuando se disponía a regresar a Aviñón harto del insoportable hedor de la atmósfera romana, los obispos reunidos en cónclave eligen Papa, cosa que hacen bajo la amenaza del levantisco pueblo romano, que harto de que los papas reinen desde Aviñón, irrumpe en el cónclave amenazando con matar a todos los cardenales si el elegido no es romano o al menos italiano. Así las cosas, el 8 de julio de 1378 los cardenales eligen al italiano Bartolomeo de Prignano, futuro Urbano VI.
 
            Pero la salida de los cardenales del ambiente reinante en el cónclave y la incorporación de los que no habían llegado a tiempo de participar en él, conduce a la conclusión de que el cónclave producido ha sido ilegal y a la convocatoria de un nuevo cónclave. Sólo dos meses después, el 18 de septiembre, se elige un nuevo papa, Roberto de Ginebra, Clemente VII, en cuya corte seevirá precisamente nuestro Pedro Luna: la elección de este segundo papa y luego de un tercero, es lo que la historia conoce como el Cisma de Occidente, que analizaremos en capítulo aparte.
 

           Por lo que a nuestro compatriota se refiere, sólo señalar que a la muerte de este Clemente VII, él será nombrado su sucesor. Curiosamente, y aún a pesar de suceder al Papa del partido francés, la corona francesa no verá con buenos ojos a nuestro aragonés presionándole para que renuncie, a lo que Benedicto se negará en todo momento. El sitio francés sobre el palacio papal de Aviñón obliga a Luna a abandonar la ciudad en 1403, hallando refugio en Nápoles, luego en Barcelona, y desde el 21 de julio de 1411 en la bella ciudad castellonense de Peñíscola.

            En 1417 Luna se reúne en Perpiñán con el Emperador Segismundo, empeñado en hallar una solución a la situación en la que se encuentra la Iglesia, el cual, aunque no consigue vencer la intransigencia del aragonés, pronuncia su deposición el 26 de julio de 1417. Sólo tres meses y medio después, el 11 de noviembre de 1417, la elección de nuevo pontífice en la persona de Otto Colonna, que toma el nombre de Martín V, pone fin al cisma, lo que no obsta para que Benedicto XIII goce aún de la protección de Alfonso V de Aragón y siga manteniendo en Peñíscola una suerte de corte papal.
 
            El antipapado de Benedicto XIII -el Papa Luna no será considerado en la lista de papas y nunca pasa de ser un antipapa-, vendrá caracterizado sobre todo por la llamada Disputa de Tortosa entre expertos católicos y judíos, para dirimir la verdadera religión, acontecida en 1413. Amén de ello, se le atribuye a nuestro Papa Luna un Tractatus contra iudaeos, y es con seguridad el autor del Libro de las consolaciones humanas dividido en quince libros que incluyen diversos procedimientos para ayudar al individuo a superar las adversas circunstancias de la naturaleza humana.

 

            En otro orden de cosas, es muy posible que de su terquedad en abdicar derive el famoso dicho “siguió en su trece”, que es, en definitiva, aquello en lo que se obstinó Benedicto, que nunca renegó de ser el trece pontífice de tan pontifical nombre que cuenta al día de hoy, como es bien conocido, con dieciséis representantes en la silla de Pedro.
 
            Pedro Martínez de Luna morirá en 1423, a la avanzadísima edad de los 96 años en el castillo de Peñíscola. Su largo antipapado habrá durado casi treinta largos años que lo habrían convertido en uno de los papados más longevos de la historia de haber sido legítimo. Sus cardenales todavía persistirán en el cisma eligiéndole un sucesor, pero eso es parte ya de otra historia que me propongo relatarles en otra ocasión.
 
 
            ©L.A.
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