Ha ocurrido en Reino Unido. Según informa , Adrian Smith, empleado de Trafford Housing Trust, ha sido declarado por un juez inocente de algo que había hecho lo cual, sin embargo, le había costado, primero, una degradación en el trabajo, y luego, directamente, el despido.

            Hasta aquí, una noticia desagradable, pero al fin y al cabo, hasta corriente en los tiempos de paro y crisis que corren. Menos corriente va a dejar de parecerles cuando les diga qué es eso “que ha hecho” Adrian y que le ha llevado a ser despedido de su empleo y a tener que demandar a la empresa para la que trabajaba. Porque el motivo en cuestión no es otro que una nota privada (ojo privada) escrita en su facebook (y fuera del horario de trabajo) en la que declaraba que celebrar bodas gay en una iglesia era ir “demasiado lejos” (“an equality too far”). Eso es todo.
 
            Parece ser que la sentencia favorable no le va a representar en modo alguno la recuperación de su empleo, pero eso sí, una colosal indemnización… ¡¡¡de nada menos que 100 libras!!! Para ser exactos, de menos de cien libras, que es la cifra que dicha indemnización no puede superar según la sentencia.
 
            El pobrecito Adrian, que debe de ser presa de un acendrado síndrome de Estocolmo, se ha apresurado a declarar todo orgulloso:
 
            “El Reino Unido es un país libre donde la gente goza de libertad de expresión y estoy encantado de que el juez haya hecho prevalecer este importante principio”.
 
            ¡¡¡¿Libre un país donde alguien puede entrar en los mensajes privados de una persona, realizados fuera del horario laboral, y echarle de su trabajo por lo que dice en él?!!! ¡¡¡¿Libre un país donde después de pasar por el desagradable trance de un juicio un tribunal no declara el despido nulo e impone a quien ha cometido semejante tropelía una multa “en ningún caso superior a los cien libras” que más que una compensación asemeja a una burla?!!!
 
            El caso revela aspectos gravísimos. Diría que ni siquiera es propiamente la libertad religiosa la que peor parada sale, pues al fin y al cabo, tampoco es preciso ser muy religioso para constatar que la unión entre dos personas del mismo sexo es cualquier cosa menos un matrimonio –de hecho hasta homosexuales ateos, y no pocos, así lo piensan y lo declaran-, y menos aún que celebrarlo en una iglesia es ir “demasiado lejos”. Tanto o más está en juego el derecho no sólo fundamental sino básico de toda democracia que se precie, cual es el de tener una opinión y poder expresarla, y aun peor, el derecho de nadie, ni si quiera el empleador o el estado, a entrometerse en las comunicaciones privadas de nadie, algo que en España constituye un delito penado con dos a seis años de inhabilitación y seis a dieciocho meses de multa.
 
            La ideología de género y los lobbies que la impulsan están en trance de conseguir lo que más de un siglo de ideología marxista y partidos marxistas no han conseguido, a saber, la eliminación de las libertades públicas en los países occidentales. Hace mucho tiempo que venimos advirtiendo que el Reino Unido (véalo y , si lo desea) va camino de convertirse, por una extraña vía aún poco explorada, en el peor de los totalitarismos, y en verdadera avanzadilla de lo que puede terminar ocurriendo en toda Europa. ¡Que esta pesadilla esté ocurriendo en la que pasa por ser la primera nación democrática del mundo!
 
 
            ©L.A.
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