Está en todas las noticias y en boca de todos. El Sínodo para la Nueva Evangelización ha concluido dejando un buen sabor de boca y alimentando muchas esperanzas de cambio.

Visto desde Roma el Sínodo ha sido algo espectacular, sobre todo para quienes están en el mundillo de la evangelización, por el solo hecho de haber congregado a tantos padres sinodales y auditores tan interesantes como relevantes para la Iglesia.

Puedo dar fe del ambiente que se ha respirado porque he tenido el privilegio de estar allí unos días y compartir impresiones con algunos de los participantes.

Desde luego el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización comienza a hacerse un hueco entre tantos “departamentos” de la Iglesia y ha conseguido que la Nueva Evangelización esté en boca de todos.

Aunque esto debiera parecer lo más normal, pues la razón de ser de la Iglesia es evangelizar, lo cierto es que cada cual ve las cosas desde su óptica y muchos en el Vaticano han estado preguntándose si acaso la institución presidida por Mons. Fisichella no es una reiteración de algo que ya hace la Iglesia de toda la vida.

Quienes así piensan evidencian una tendencia natural pero preocupante, la de aquellos que simplemente no están dispuestos a dejar de hacer lo que siempre han hecho, sin autocrítica alguna.

Desde luego en la Iglesia hay mucha riqueza, y una cierta tensión que ejerza de contrapeso siempre es buena pues si no, corremos el riesgo de absolutizar nuestro terruño pensando que todo el mundo tiene que pensar, ver y respirar según yo veo las cosas.

El gran desafío, no obstante, es ver si la Iglesia realmente puede llevar a la práctica aquello que se ha estudiado y debatido estos días, la Nueva Evangelización.

Lo decía el matrimonio  De Leyritz de Alpha Francia, auditores en el Sínodo: “con Juan Pablo II la  Nueva Evangelización llegó a la cabeza de todos. Con Benedicto XVI ha pasado a los labios de todos, pues todos están hablando de ella. Ahora el desafío es ver si puede llegar a los corazones y a las acciones de la gente de Iglesia”.

Pero dejemos las cuestiones generales, pues al fin y al cabo ahora la pelota está en el tejado del Papa, quien en los próximos meses publicará un documento que concluya el proceso sinodal.

Y en España, ¿qué va a pasar ahora con la Nueva Evangelización?

Porque desde luego que está en los labios de todos, pero ¿alguien sabe de qué se trata y por dónde tirar?

En los últimos meses desde el I Congreso de Nueva Evangelización de Manresa hemos contemplado una eclosión de simposios, foros, congresos y demás eventos centrados en la Nueva Evangelización en los que han participado algunos de los grandes referentes de la misma a nivel mundial y nacional.

Curiosamente, mientras la Iglesia está en estado de reflexión y discusión sinodal, se han lanzado muchas iniciativas con motivo del Año de la Fe recién comenzado, que tienen por objeto practicar la Nueva Evangelización.

Llámese Misión Metrópolis en Barcelona, Misión Madrid o lo que se quiera, lo cierto es que han empezado un poco antes de que el Sínodo haya terminado y la Iglesia nos haya mostrado las vías por las que debe transcurrir la Nueva Evangelización.

Y sin ser esto malo, sino tremendamente positivo como el I Congreso de Pastoral Juvenil que tendrá lugar en Valencia esta semana y congregará a dos mil delegados de toda España, yo no me quito de encima la sensación de que estamos actuando demasiado rápido sin entender el meollo de la Nueva Evangelización sino más bien poniéndole ese título a todo lo que ya hacíamos.

Si resulta que ahora todo el mundo que estaba en la Iglesia puede enseñar lo que es Nueva Evangelización, la pregunta consecuente es por qué no se ha hecho hasta ahora, y dónde han estado los movimientólogos, ideólogos, teólogos, metodólogos y demás conferenciantes que ahora vienen a hablar a las masas sobre por dónde tenemos que ir.

Porque la pregunta fundamental para mi no es ¿qué vamos a hacer para la Nueva Evangelización?, sino ¿en qué y en quienes vamos a fundamentar la Nueva Evangelización?

La razón es simple, si no asimilamos el fundamento de las cosas, si no vamos al ser de las mismas, de poco sirve lo que hagamos. Y para esto no debe haber prisas si queremos hacer las cosas bien.

Y hablar de fundamento en la Iglesia es hablar tanto de Jesucristo nuestro fundamento como de nosotros como personas, pues la Iglesia se constituye de piedras vivas fundamentadas en el cimiento de los apóstoles que nos enraízan en Cristo.

¿Quién forma al formador? ¿Quién va a modelar a los que están llamados a esta Nueva Evangelización? ¿Quién enseña a los pastores (y con esto no me refiero a los obispos sino a todos los bautizados que tienen que pastorear de una manera u otra en sus familias, comunidades y sociedad)?

Todo esto lo digo porque es con lo que trabajo todos los días. Tristemente de cada diez parroquias que quieren evangelizar sólo una está dispuesta a invertir el tiempo necesario en “hacer los deberes” en vez de lanzarse a tontas y a locas a la acción.

Y si lo extrapolamos al conjunto de España, la gran pregunta no es si vamos a hacer congresos y unos a otros nos vamos a presentar lo que hacemos, para que luego a renglón seguido todo el mundo se vuelva a su lugar de origen y se ponga a evangelizar.

La cuestión es quién en la Iglesia está dispuesto a invertir lo necesario en oración, personas, recursos y formación para poder llevar a cabo la Nueva Evangelización como la Iglesia nos está pidiendo.

Y aunque parezca mentira todas estas cosas las damos por supuestas en la Iglesia.

Presuponemos que hay oración, pero no oramos en nuestras reuniones ni cinco minutos por el tema que vamos a tratar, y en el fondo trabajamos como si Dios no existiera y excluimos al Espíritu Santo de la labor de evangelización.

Presuponemos que hay personas, pero ni formamos a los que están, ni sabemos multiplicar los obreros, cargando todo sobre los cinco catequistas de siempre que lo hacen todo en la parroquia creyéndonos que las cosas funcionan, cuando lo cierto es que no estamos formando un remplazo sino rellenando huecos.

Presuponemos que hay recursos- humanos, económicos, logísticos- pero nuestros eventos son una chapuza en donde abunda la patata frita, la guitarra mal tocada y el cartel hecho por el amateur de turno y así damos esa sensación de rancio al mundo que nos ve desde fuera.

Presuponemos que hay formación, cuando la realidad es que el 90% de los agentes de pastoral que tenemos no han tenido una experiencia personal de conversión (primer anuncio) y por lo tanto más que como cristianos entregados trabajan como afanados voluntarios de esos clubes de tiempo libre llamados parroquias.

Y con todo esto… ¿ahora qué en España?

Pues pensando en positivo, yo creo que lo que toca es lo que entre líneas decían los lineamenta: redescubrir que el primer sujeto de evangelización es la propia Iglesia. En otras palabras y citando expresiones de conocidos participantes del Sínodo formuladas desde hace años: convertir a los bautizados (Pepe Prado) para poder llegar a una conversión pastoral de la Iglesia (Mons. Dominique Rey).

Y para esto hace falta gente que enseñe lo que no se sabe. Un Congreso es un buen inicio, como punto de contacto e inspiración, pero de ahí tienen que partir iniciativas, escuelas, formaciones y entrenamientos.

Y esto tiene que estar en manos de quien sabe hacerlo, no del primero que tenga una idea feliz. Y como el único que sabe hacer las cosas es Dios, habrá que aprender de aquellas iniciativas y personas que Él esté bendiciendo con frutos, cualesquiera que sean.

Acabo citando a San Juan de la Cruz, porque creo que lo que toca emprender es algo profundamente espiritual, a la vez que profundamente humano, tanto como subir un monte y coronarlo, el de la Nueva Evangelización, para lo cual no viene mal un poco de mística…

Para venir a gustarlo todo no quieras tener gusto en nada. Para venir a saberlo todo no quieras saber algo en nada. Para venir a poseerlo todo no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada. Para venir a lo que no gustas has de ir por donde no gustas. Para venir a lo que no sabes has de ir por donde no sabes. Para venir a poseer lo que no posees has de ir por donde no posees. Para venir a lo que no eres has de ir por donde no eres. Cuando reparas en algo dejas de arrojarte al todo. Para venir del todo al todo has de dejarte del todo en todo. Y cuando lo vengas del todo a tener has de tenerlo sin nada querer. Porque si quieres tener algo en todo no tienes puro en Dios tu tesoro. En esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Porque cuando algo codicia en eso mismo se fatiga. (1S 13, 11-13)