Para que la nueva evangelización se pueda llevar a la práctica, hay que superar básicamente tres obstáculos. El primero, se refiere a la falta de testimonio, de congruencia, cayendo en palabras y gestos vacíos. El segundo, tiene que ver con el relativismo que se ha filtrado al interior de la Iglesia, el cual, llega incluso a negar la verdad, la revelación, aquello que surge del Evangelio y del magisterio, para dar paso a interpretaciones subjetivas que confunden a la gente sencilla, a los que se mantienen un tanto alejados de los debates académicos. En tercer lugar, nos encontramos con el espíritu de derrota. Mirar siempre hacia atrás, en lugar de construir, incluso sobre lo que se ha venido abajo por falta de interés, entusiasmo y/o compromiso, como la consolidación de la nueva evangelización, recuperando el liderazgo católico en medio de la sociedad civil. Lo anterior, nos sirve como hoja de ruta para sacar adelante los proyectos grupales y personales que tengamos para extender el reinado del Espíritu Santo en el aquí y en el ahora de nuestra historia. Identificando los desafíos, podemos caminar con los pies bien puestos sobre la realidad.