"Y la propia y verdadera sabiduría del hombre es saber mucho de Cristo". Esto que escribió Fray Luis de León, nos puede orientar a todos para no perdernos en raros galimatías, o mil revelaciones, o en libros de autoayuda. Saber mucho de Cristo. Es decir, oración (trato habitual con Él), Eucaristía, y lectura sosegada y reflexiva de la Sagrada Escritura. Y yo añadiría tener la mirada a punto, saber descubrir a Cristo a nuestro alrededor, en tantas almas como nos urgen, y en la belleza y maravilla de la creación. Saber mucho de Cristo es no criticar a nadie y es la bienaventuranza del cariño y del perdón. Saber ceder, saber callar. O saber decir las palabras apropiadas cuando faltan al respeto del hombre y de Dios. Todo eso es verdaderamente sabiduría. 

Caridad, y orgullo cristiano. Y la piedra de toque de dicha sabiduría es la alegría. No podemos reprimir el gozo, el entusiasmo por Cristo. Saber mucho de Cristo es amar la Cruz, estudiar detenidamente su abrazo, su verticalidad, su redención. Saber, pues, mirar a Cristo. Directamente los ojos y el alma -los ojos del alma- fijos en la Hostia, en Su Cuerpo, en el Sagrario. Y también en un poema, y en el amor de tu mujer (o de tu marido), y en el rumor del mar, y en el océano del cielo. Esa es la vida, eso significa en realidad vivir: mirar a Cristo. Y, en Él y por Él, ir abriéndonos paso hacia la santidad, hacia la resurrección, hacia el resplandor eterno de Su presencia.