En las cuatro veces que he estado en Medjugorge siempre ha habido durante la semana alguna aparición. He visto un par de veces a Marija en su casa y otra vez a Iván en el Pobrdo, la Colina donde se apareció la Virgen. Iván tuvo aparición los cuatro años que yo he estado si bien sólo he asistido a una. En las restantes preferí quedarme abajo en la adoración ya que suelen coincidir las dos cosas a las 10 de la noche.

La continuidad de las apariciones choca mucho a determinadas personas. Tienen su cliché en el cerebro y no son libres para dejar a la Virgen que se aparezca cuando quiera, las veces que quiera y a quien quiera. Piensan que es anormal que después de 31 años siga habiendo apariciones. Lo que para unos es una gracia maravillosa para otros es motivo de duda y anormalidad. Ivanka dijo una vez que la Virgen está presente siempre cerca de nosotros y en alguna ocasión se deja ver. Esto depende de ella, no de nuestros cálculos o razonamientos. A mí me encanta que la Virgen sea original y se aparezca cuando lo crea conveniente.

 

Cuando hay aparición de Iván hay que cenar pronto. El año que yo fui cenamos a las siete de la tarde y nos dispusimos a ir al lugar de la aparición para no vernos desbordados por la multitud. Llegamos con dos horas de antelación pero ya había mucha gente. El lugar, como he dicho, era la falda del monte de las apariciones. Al poco de terminar el asfalto y entrar por el infernal pedregal, mirando hacia la izquierda se ve una cruz azul, lugar de reunión del grupo de oración de Iván. Imposible de acomodarse. En cuesta, las piedras sueltas, el cascajo puntiagudo, tortura para los pies y el trasero.

 

Pues bien, ahí, precisamente ahí, donde toda incomodidad tenía asiento, se acomodaron centenares, tal vez miles de personas, sin cesar de rezar el rosario durante las dos horas. Media hora antes de la aparición llegó Iván con algunos miembros de su grupo de oración. Apenas le vislumbré en la oscuridad, pero sentí en mí una vibración muy positiva. En realidad la aparición era para el grupo de oración; nosotros éramos unos intrusos bien recibidos.

 

El grupo comenzó a orar. Su oración no fue otra que el rosario. Por lo cual unidos a ellos seguimos añadiendo nuevos misterios a los muchos ya recitados. Repetimos de nuevo los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos, luminosos. A nadie se le hacía pesado el ambiente. Era impresionante ver la juventud de tantos peregrinos con su rosario en la mano, esperando nada, porque todos sabíamos que no íbamos a ver nada, pero solicitados por una fe y una esperanza que nos hacía sencillos. Quien más, quien menos, todo el mundo ejercitaba su fe e interiorizaba el momento sabiendo que es adentro, en lo más interior de cada uno, donde el Señor más se quiere aparecer.

 

En un momento dado se paró el rosario e Iván se arrodilló. En aquel momento chilló de una manera horrísona un cárabo que estaba en un árbol sobre Iván. Pero el pajarraco se marchó. Al parecer casi nadie lo oyó, pero yo sí y se me pusieron los pelos de punta porque me acordé del dicho del poeta que dice que el ulular del cárabo parece carcajada del infierno. Tuvo tiempo para infundirme duda infernal, pero al instante se me aclaró que al llegar la Virgen huye el demonio. Todo se quedó en silencio. No veíamos pero presentíamos el misterio. Todos intentamos arrodillarnos. Ni un grito de histeria, ni un sollozo, ni una queja por la inverosímil postura de la persona vecina que apretujaba. A lo lejos se oía el ladrido nocturno de un perro. Como unos diez minutos duró este silencio. Al término Iván se levantó y nos dijo que hoy la Virgen había venido alegre y gozosa, y que había extendido las manos sobre todos nosotros y había orado sobre nosotros y nos había bendecido. Oró de una manera especial por los enfermos y por los sacerdotes y vocaciones sacerdotales. Dio gracias a la multitud por su presencia allí.

 

Nada más y nada menos. La gente gozosa y agradecida comenzó a desfilar. Todos consideramos una dicha el haber podido estar allí. Todos creíamos que la Virgen se había aparecido de verdad. Con linternas sorteábamos los guijarros, cogiéndonos y ayudándonos los unos a los otros para evitar esguinces y caídas. Poco a poco descendimos. Entonces viendo la cantidad de coches, taxis y autobuses nos dimos cuenta del ingente número de personas que habíamos asistido. La actitud de Iván y su forma de comportarse despertó en mí buen rollo. Todo el mundo se gloriaba de haber podido creer sin permitir a su razón el más mínimo resquicio de duda. El creer nos hacía felices y esa felicidad reprimía cualquier tentación de absurdo. Nos dimos cuenta que el creer y esperar hacen bueno el corazón.


Esta aparición nos abrió el apetito para la charla que nos iba a dar el mismo Iván al día siguiente en la sala amarilla. Hablaría en croato y le traducirían  al italiano. En una segunda tanda hablaría en croato y le traducirían al inglés. Sería a las 14:30. Algunas de nuestras chicas se quedaron sin comer para reservarnos un buen lugar. En efecto, yo pude estar en primera fila, grabarlo todo, coger apuntes y disfrutar del momento. La sala abarrotada de gente; muchos jóvenes y adolescentes. Parecía que toda Italia estaba allí. Llegó Iván, acompañado del traductor y se puso en la mesa, de pie, de cara a todos nosotros. Mucha dulzura pero sin una sola sonrisa ni un solo gesto personal. Comenzó en directo, después de rezar un padrenuestro y un avemaría.

 


“Compartir lo que en 31 años nos ha dicho la Madre no es nada fácil, es un tiempo muy largo. Podríamos hablar de muchas cosas  pero voy a limitarme a  lo esencial.


Hace 31 años la Madre quiso llamar a la puerta de mi corazón para introducirme en la escuela de la oración y del amor. Me gustaría ser un buen estudiante en esa escuela. Este hecho fue para mí un don muy grande y a la vez una gran responsabilidad. Yo sé que Dios me ha dado mucho y que me pedirá cuenta de ello.

 

 

    
No es fácil estar con la Virgen todos los días, vivir de su luz y volver después a la vida ordinaria. Os aseguro que con que vierais a la Virgen un solo segundo, el después de vuestra vida sería completamente otro. ¿A qué nos invita? Hay mensajes muy importantes que nos invitan a la paz, conversión, amor, perdón, esperanza, ayuno, oración. La Virgen nos ha enseñado a practicar cada uno de estos contenidos.

 

 


Ya el tercer día de las apariciones se presentó como Reina de la paz: “Vengo porque me manda mi Hijo a daros la paz, la paz, la paz... Estáis en peligro de autodestruiros”. La paz es pues el primero de sus mensajes. ¡Cuánta falta de paz en nosotros, en los jóvenes, en nuestras familias, en la Iglesia! Viene porque nos quiere ayudar, darnos coraje y consolar. Queridos hermanos: la humanidad está pasando una  grave crisis: la falta de fe. Queremos vivir sin Dios. Ha desaparecido la oración en las familias, y el amor y la fidelidad. Por el contrario, reina una gran inmoralidad. La Madre viene a llenar este vacío.

 

 

    
La Madre nos dice: “Queridos, si no hay paz en el corazón y en las familias, no lo puede haber en el mundo. El mundo está enfermo. Necesitamos iniciarnos en la oración ya que ésta es imprescindible para que haya familia. No puede haber curación física si no la hay espiritual. La Madre cura nuestros dolores con mucha ternura, amor y calor materno. La Madre viene porque se preocupa por nuestra salvación. Nos habla con mucha sencillez y nos dice: “Tengo necesidad de vosotros. Con vosotros puedo realizar la paz”.

 

 

    
¿Qué Madre hay tan afortunada que sólo tenga que corregir y llamar la atención una vez a sus hijos? Todas las madres deben repetir continuamente sus avisos. Eso es lo que ha hecho con nosotros la Madre durante estos años. No ha venido para meternos miedo, sino como Madre de la esperanza, buscándonos como a hijos. Por eso nos anima a la oración en familia y a ser fuertes porque así lo será también la Iglesia. Esto es importante. No hay una Iglesia viva si no hay familias vivas. La falta de vocaciones tiene su origen en la falta de oración en familia.

 

    
Nos invita a la santa Misa como el misterio más hondo y verdadero. Nos dijo una vez: “Si un día veis que hay colisión entre el venir a una aparición con el ir a misa, id primero a misa”. Nos invita a la adoración, al rosario, a leer las Escrituras. Leed la Sagrada Biblia. Que sea vuestro alimento espiritual. La humanidad sólo tiene futuro en Dios. Estamos en la tierra haciendo una peregrinación, un viaje. Nos invita a hacer grupos de oración, nos lleva a todos en el corazón. Si supierais lo que os ama, lloraríais todos de alegría.

 

 

    
A lo que más nos invita es a la oración. No a una oración simplemente mecánica o vocal sino con el corazón. Que cada oración sea un encuentro con Jesucristo. Que sea un encuentro vivo con Jesús. Para que nos llenemos de alegría y paz. Deberíamos orar cada día al menos tres horas, incluyendo la misa, el rosario y otros ejercicios como la ayuda al prójimo.

 

 

    
Un ejemplo: En una ocasión una peregrina austriaca me preguntó si era verdad que la Virgen quería que oráramos tres horas al día. A ella le parecía imposible. Yo le dije que sí, que la Madre quería eso. Al cabo de unos años volvió la peregrina y me dijo que era imposible orar tres horas. Hago muchísimo esfuerzo y no llego a las tres horas.  Entonces le contesté en bromas que ahora ya no había que orar tres sino veinticuatro horas cada día. La mujer se desalentó. Le expliqué:”Se trata de orar desde el corazón y eso nos supera a nosotros. Orar desde el corazón está más allá del tiempo y de toda ocupación. El poder orar así te tiene que ser dado. Orar mucho depende de nosotros, orar mejor es un don de Dios, pero es un don que viene de orar mucho”.

 


La Madre no nos manda nada imposible. A veces decimos: no nos podemos reunir en casa porque tenemos muchas cosas que hacer. No tenemos tiempo. En realidad no es una cuestión de tiempo sino de don y de amor. El que ama busca tiempo y siempre lo encuentra. Durante estos 31 años me he querido reafirmar siempre en la oración. En la próxima aparición os recomendaré a todos vosotros.

 

 


No hay palabras para describir la belleza de la Madre. No se puede describir. Un día el pequeño vidente Yakov le preguntó: “Madre ¿por qué eres tan bella?” “Porque amo -le respondió la Virgen- amad todos vosotros y os volveréis muy bellos”.

 

 


Que esta venida a Medjugorge sea el principio de una gran renovación en vuestra vida espiritual. Debemos tomar partido por Dios sin fisuras. Lo conseguiremos mediante la paz y la oración, no olvidemos que el orar mejor es un don, viene de Dios, pero el deseo de orar depende mucho de nosotros, de nuestra forma de vivir”.

       
Al término de esta charlita sólo nos venía una palabra al alma: inimaginable. Lo mismo que cuando nos habló Marija. Doy gracias a Dios porque por primera vez en la vida he visto y oído hablar a dos santos. No hay que fijarse demasiado en lo que dijeron, ni juzgarlo con esquemas racionales. Es otra cosa, es la forma de decirlo, la forma de hablar desde el corazón. Marija e Iván son muy distintos de carácter. Marija muy sonriente y apacible. Iván más serio. Ambos, sin embargo, no hacen una sola concesión a la galería. No sale de ellos un solo gesto de complacencia o de autoafirmación. Son canales limpios por los que fluye el Señor. Te miran, pero su mirada pasa por encima de ti. Hablan desde dentro, como fuera del espacio; conectan contigo en el espíritu. Notas que te aman al hablar pero no se fijan en ti, van directos a tu espíritu. Es como si estuvieran fuera de las cosas y a la vez en el corazón de todas ellas.