Al contemplar con asombro los acontecimientos que venimos padeciendo estos días en España, me ha venido a la memoria aquella canción de Mari Trini, en la que va repitiendo con cierto tono melancólico “Esta España mía, esta España nuestra...”. La verdad es que somos un pueblo un tanto extraño. Capaces de conquistar el mundo juntos, y al día siguiente enzarzarnos en luchas fraticidas salvajes.

      España es un conglomerado de pueblos de muy distinta idiosincrasia, pero ya ha pasado el tiempo más que suficiente para crear lazos de unidad, aunque no sean de uniformidad. Somos muy valientes y con mucho coraje, pero cuando decimos de ir cada uno a lo nuestro también nos empeñamos.

      Y, ¿qué es lo que ha motivado esta algarabía política y callejera? Por un lado la envidia, que es nuestro pecado nacional. No digerimos el que otros puedan ganar unas elecciones y gobernar el país. O yo o nadie, solemos decir. Y cuando soy yo el que mando que los demás cierren la boca. Ya se dijo que si ganaba las elecciones últimas un partido de centro-derecha iba a tener en contra, sistemáticamente, a los contrarios. Y si a esto se suma la crisis económica, con todos los recortes que ello está suponiendo, pues mejor me lo pones para arrastrar a todos los que se sienten, de algún modo, perjudicados.

Por otro lado el dogmatismo de las ideologías. Lo importante es lo que yo pienso. A los demás les está prohibido pensar. Lo mío es lo único, lo que digan los demás va contra el pueblo. Y surge así una oposición sistemática y cerril que, por sistema, descalifica lo que no se me ocurre a mí. Y en este plan la democracia es una filfa.

Y ahí estamos. Instigando al pueblo que no piensa, o que piensa mal por norma, para que intente tambalear las sillas de los que no se sientan a mi lado. Con nosotros, dicen, vendrán las soluciones. Pero hemos visto recientemente que con ellos vinieron los problemas que ahora no dejan que se solucionen. Yo esto no lo entiendo. Y no estoy hablando de política, simplemente de ética, o moral social.

      Si el problema económico de España es pavoroso, habrá que solucionarlo lo mejor posible. Es verdad que no cargando el peso económico sobre los más débiles. Pero todos tenemos que arrimar el hombro. Seguir como estábamos, disfrutando de un estado del bienestar donde todo es gratis sin tener dinero, es ahondar más en el hoyo en el que estamos metidos.

      Hemos comentado hasta la saciedad que la crisis económica tiene una base antropológica. Sin valores no hay humanismo, al menos cristiano. Y sin humanismo no hay humanidad que pueda afrontar ningún proyecto que valga la pena. España ha sido, y es, cuna de grandes humanistas. Hemos aportado a la humanidad grandes valores morales y culturales. Esto ha hecho que la “marca España” durante siglos haya estado muy alta. No podemos ahora dejarnos minar por grupos ideologizados, o  manipulados, que persiguen objetivos que no siempre son la solución de los problemas, sino la crispación por sistema, que esto es caldo de cultivo para los planes que pretenden.

Esta España mía, esta España nuestra se merece más patriotismo, más unidad, menos separatismos, resucitando ese orgullo nacional que se deja ver de vez en cuando con el deporte, pero se esconde cuando se trata de mantener erguida la bandera de nuestra identidad de españoles.

No ha sido mi intención escribir un artículo político. No lo soy. He hablado desde la moral, que nos manda amar a nuestra patria por razones filiales, y también religiosas. Enterremos de una vez el hacha de guerra, y dejemos correr la paz, aunque nos cueste luchar contra nuestros propios fantasmas.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com