En línea con los dos artículos anteriores sobre aquello del “agrupémonos todos en la lucha final”, ofrezco una colaboración en busca del bien común, centrándome en la enseñanza de la Iglesia. Quizá algunos piensen que la moral de Iglesia es algo pasado, y no vale ya para nuestro mundo. Sin embargo, para mí no sólo es una solución, sino LA solución.
Veamos.

Me parece que estaremos de acuerdo en que la realidad en que nos movemos está llena de esperanzas fallidas al haberse experimentado ya los distintos modos de vida social: que si la dictadura, que si la democracia, que si el capitalismo, que si el socialismo…: muchos fallos y abusos; lo cierto es que estamos siempre insatisfechos al ver que no se acaban las tensiones, y que sigue siempre el hombre abusando del hombre; ricos contra pobres, pobres contra ricos, gente con mala voluntad y gente con rectitud de intención. Hay de todo en todos los grupos y partidos; también en la Iglesia.

Y si no estamos satisfechos de cómo va el mundo, una de dos, o cambiamos nuestro sistema o seguiremos así, como ha sucedido siempre en la historia. Pero ¿a qué sistema nos apuntamos? Porque en la Historia se han experimentado todos, desde la vida tribal hasta la democracia que, según dicen, es el sistema menos malo, pero que se convierte en partitocracia; y siempre imponiéndose la ley del más fuerte.

No brilla en la democracia la búsqueda del bien común, más bien con demasiada frecuencia se busca en los cargos medrar y se intenta aprovecharse de los bienes comunes en beneficio personal y del amiguismo que campea por doquier. En otras palabras, se apropian del dinero que es de todo el pueblo. ¿Saben cómo se llaman los que actúan así? Ladrones, aunque suene fuerte. Gracias a Dios que hay muchos políticos honrados y que trabajan por el bien de la sociedad en la que se les ha confiada la tarea de gobernar.

La pregunta que me hago es: ¿Estamos condenados a seguir siempre así? ¿No es posible una salida correcta? Claro que es posible, pero se necesitan hombres y mujeres nuevos, es decir, capaces de gobernar con justicia y buscando el bien común. Siempre que gobiernen hombres justos y honrados será posible. Pero ¿dónde están esos hombres? Porque haberlos, los hay.

Creo que un ejemplo puede aclararlo un poco. La sociedad actual podríamos compararla a un pueblo con muchos problemas; entre ellos, una peste muy grave por la que van muriendo muy rápidamente todos; la solución que van buscando, ¿les podrá venir de alguien que esté infectado? Lógicamente si todos están infectados, la solución les ha de venir de fuera. Por ahí va el pensamiento de la Iglesia.

Los cristianos creemos en Jesús; tenemos muchos defectos tanto los cristianos como los que no lo son. Si partimos de la base de que todos estamos infectados por el virus de lo que llamamos pecado, y sabiendo que todos los pecados con mayor o menor intensidad, están interrelacionados y, conscientes de que normalmente el soberbio suele ser egoísta, avaro, iracundo, envidioso, le gusta banquetear, le gustan las mujeres o los hombres, y en cuanto a la pereza, que trabajen los otros para que yo pueda aprovecharme del trabajo de los otros, por ahí no encontraremos la solución. ¿dónde si no?

En el próximo artículo pienso hablar del progreso científico y moral para entrar de lleno en nuestro tema sobre cuál es el punto clave que nos permita avanzar hacia la solución de los problemas que tenemos planteados en nuestra sociedad.

José Gea