En esta columna hemos sido muy críticos con el Partido Popular de Castilla La Mancha en otras ocasiones. Y si no lo cree vd. . Hoy sin embargo, quiero aplaudir la medida que, presentada en el pleno del Parlamento castellano manchego -¡que difícil y extraña se me hace siempre esta palabra, "castellano-manchego", maravilla del prodigioso estado de las autonomías que todos los países del mundo nos quieren copiar!-, pretende eliminar el sueldo de los parlamentarios de esa región.
 
            La medida tiene una importancia doble: primero, por representar la primera vez que vemos a nuestros políticos apretarse de verdad el cinturón de acuerdo con lo que preconizan para los ciudadanos; y segundo, por tratarse de un asunto de higiene política, más aún en tiempos como los que corren de recortes generalizados que traen privación y dificultades para todos, y en los que más necesitados andan los políticos de ese plus de legitimidad tan urgente cuando lo que se piden son sacrificios.
 
            Todo esto dicho, quiero señalar que por más que yo sea de los que cree que a la política es mejor llegar con la vida resueltita y hasta perdiendo dinero porque se desatienden las actividades privadas mucho más lucrativas que el carguito, tampoco soy de los que cree que el trabajo de un político no tenga porqué ser adecuadamente remunerado, como cualquier otro.
 
            El problema es que el verdadero problema -valga la redundancia- de las remuneraciones de los políticos en España nunca ha radicado propiamente en el sueldo que ganan y declaran tanto a la opinión pública como al fisco. Si les digo la verdad, -y sólo a modo de ejemplo-, los treinta y tantos mil euros al año que gana un diputado nacional se me antojan hasta parcos.

            El verdadero problema de las remuneraciones a los políticos en España ha radicado siempre en la letra pequeña, que ellos sí leen, pero nosotros no: en las prebendas que se suman de aquí y de allá; en las dietas sin justificar; en las exenciones fiscales; en los viajes gratuitos; en los despachos gratuitos cuando no hasta dotados de personal; en los coches oficiales; en los servicios pagados; en los planes de pensiones; en las pensiones acumulables y conseguidas con tiempos mínimos de cotización; en los complementos del cargo (ordenadores, móviles, internet, incluso residencia en algunos casos...); en las indemnizaciones por mil razones diferentes; en los sueldos por cese… Conceptos todos ellos de los que nunca nos hablan cuando nos hablan de sus remuneraciones. Y todo esto ¡dentro de la más estricta legalidad! Sin hablar todavía de los presupuestos injustificadamente inflados de viajes y comisiones de trabajo, de los viajes oficiales que se confunden con los privados, de las comilonas a cargo del presupuesto, etc. etc. etc.
 
            Yo sería muy partidario, por ejemplo, de que los diputados españoles -del senado ni hablo, porque lo que habría que hacer con el senado es, directamente, eliminarlo y mandar a la calle a toda la banda, , que más parece la asamblea de la ONU que el senado de tres al cuarto que es, sin competencia ninguna- y muchos cargos públicos, hasta se subieran el sueldo y lo publicaran a los cuatro vientos... Pero eso sí, poniendo fin a todas las regalías invisibles y secretas que son, por un lado, las que nos salen verdaderamente caras a los españoles; y por otro, las que tanto están empozoñando el ambiente por lo que a la remuneración de los políticos se refiere.
 
            Por eso mismo, cuando oigo a la Sra. Cospedal explicar que los diputados de Castilla-La Mancha a partir de ahora sólo van a cobrar dietas por los plenos y comisiones a los que asistan, me echo a temblar, y me pregunto si, una vez más, no nos están dando gato por liebre. Una cosa sin embargo, me tranquiliza, si les digo la verdad: la reacción que la medida ha suscitado entre todos los partidos de la oposición, y sobre todo, entre los mismísimos conmilitones de la Sra. Cospedal.

            Ojalá no me equivoque y efectivamente esta vez, sí estemos hablando de austeridad y sobre todo, de transparencia.
 
 
            ©L.A.
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