En una ocasión, se encontró Pablo VI con un sacerdote que le estaba solicitando el permiso de abandonar su ministerio, para poder seguir los postulados de la teología de la liberación, en el sentido de incursionar en la política. El Papa lo escuchó atentamente, mientras aquél le hablaba sobre la justicia social, sin embargo, cuando afirmó que la primera línea era la supuesta liberación de los pueblos a partir de la lucha clases, de la violencia, lo cual, es contrario al magisterio, el Santo Padre, lo interrumpió, diciéndole: “la primera línea es el altar”. Palabras proféticas para el mundo de hoy, para los sacerdotes que se debaten entre el activismo y la administración de los sacramentos.

 

Pablo VI entendía la importancia de que los sacerdotes se mantuvieran cercanos a la realidad de cada lugar, a las familias, a los jóvenes, a los pobres, a los enfermos, a los obreros, etcétera. Cientos de veces se reunió con ellos, especialmente, con los que habían sido censurados o desplazados, sin embargo, nunca perdió de vista el centro de su misión, de su vocación como sacerdote. Habiendo definido a la política como “la forma más alta de caridad”, dejó claro que es un atributo o competencia exclusiva de los laicos, pues por algo la Iglesia es un cuerpo vivo compuesto por diferentes miembros que buscan dar una respuesta integral a los diferentes desafíos que tienen que ver con la fe y con la humanidad. El Papa estuvo cerca de importantes líderes políticos italianos, como lo fue Aldo Moro (19161978), sin embargo, no confundió las cosas, creyéndose coordinador de campaña o algo parecido.

Es triste escuchar las homilías de algunos sacerdotes, en las que Jesús se convierte en un revolucionario social, muy parecido a personajes como el “che” Guevara. Indudablemente, el Evangelio tiene fuertes implicaciones en el campo del combate contra la pobreza, sin embargo, la sociología nos permite acercarnos al problema, sin que esto signifique ponerla en el lugar que le corresponde a Cristo. Materializar o radicalizar la fe, nunca será la respuesta correcta.

 Es bueno que los sacerdotes estudien sociología y/o ciencias políticas, sin embargo, deben tener criterio, pues no se trata de reinventar el Evangelio, sino de valerse de la información obtenida para estar más cerca de la sociedad, de las dificultades por las que atraviesan las personas en general. Es necesario que acompañen a los políticos que así lo pidan, como lo ha estado haciendo de modo prudente el Cardenal Timothy Dolan, Arzobispo de New York, sin embargo, todo sacerdote debe tener muy claro que para contribuir con el desarrollo social de los pueblos, no hace falta buscar un lugar en la próxima elección. Que sus homilías sean bien preparadas, realistas, coherentes y, sobre todo, enfocadas a buscar la conversión interior, sin la cual, todo esfuerzo exterior carece de eficacia y significado.