Tras conocer , el segundo período del proceso es el que se conoce como el No Quest (la No Investigación), que transcurre entre los años 1901 y 1953, y cuyo nombre es, per se, suficientemente indicativo de su espíritu.
 
            El período lo llena la obra del protestante Rudolf Bultmann
(n.1884-m.1976), autor de El asunto de la tradición de los sinópticos (1921), Jesús (1926), y Das Verhältnis der urchristlichen Chirstusbotschaft zu historischen Jesus (La relación de los primeros cristianos con el mensaje de Jesús en el Jesús histórico, 1960). 

            A partir de las teorías de la Escuela de la Historia de las Formas de K. L. Schmidt y M. Dibelius sobre la elaboración de los evangelios, Bultmann incurre en un indiscutible pesimismo sobre la base de que, según él, entre el personaje Jesús y la comunidad que se funda a su muerte media un verdadero cráter, razón por la cual el acceso al Jesús histórico es imposible, y la única investigación sobre la que se pueden realizar adelantos es la que versa sobre el que da en llamar “el Cristo de la fe”, según él lo único que importa. El mensaje, aparentemente optimista, es en realidad desmoralizador y demoledor. Es como decir: el Cristo de la fe está muy bien, y además, podemos elucubrar cuanto queramos sobre él y sacar las conclusiones que nos plazca, y además eso y no otra cosa es lo verdaderamente importante. Ahora bien, no me pregunte Vd. a mi cual es la base histórica de cuanto elucubremos, porque no tengo ni pajolera idea.
 
            En el año 1953 un discípulo de Bultmann, el también luterano Ernst Kässemann (n.1906-m.1990), autor de El problema del Jesús histórico, realiza una conferencia en Marburgo que permite un nuevo enfoque de la cuestión, y abre el tercer período sobre la cuestión, el que se da en llamar el New Quest (la Nueva Investigación).

            James Dunn en su obra Redescubrir a Jesús, resume el estado en el que, según él, se halla el debate:

            “El primero de esos errores
[cometidos por la investigación histórica sobre Jesús] consistió en asumir que la fe era un obstáculo para la investigación, algo que ha de ser eliminado si el investigador desea obtener una visión nítida del Jesús histórico. Mi respuesta es que por el contrario, la investigación debe comenzar desde el a priori histórico de que Jesús produjo en sus discípulos un impacto que provocó la fe, de modo que la única manera de aproximarse a Jesús históricamente es hacerlo a través de dicho impacto”.
 
            Respecto a Q (pinche aquí si quiere leer sobre el Documento Q), Dunn sostiene que se estaba redactando ya cuando Jesús aún estaba vivo, con lo que concluye que la cristología de sus contemporáneos, que sería la que se recoge en Q, ha de ser necesariamente es muy parecida a la que manejarán después los primeros autores canónicos (Pablo, Marcos), por lo que no cabe atribuir a éstos un “invento” de unos conceptos que eran los que ya “manejaban” con cotidianeidad cuantos departieron con Jesús.
 
 
            ©L.A.
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