Cuenta la pequeña crónica de la Transición que cuando ese inconsciente llamado Adolfo Suárez que desmanteló gratuitamente el estado central en beneficio de unos estupefactos partidos nacionalistas carentes entonces de implantación o representatividad alguna, le propuso a Pujol implantar en Cataluña un régimen fiscal semejante al del País Vasco, éste lo rechazó porque no quería cargar con el coste que la aceptación de la oferta le habría supuesto en términos de antipatía hacia Cataluña desde el resto de España. Un relato que debemos precisamente a quien era uno de los dos protagonistas de la escena, el propio Jordi Pujol.
 
            Se diría que hoy día, los dirigentes catalanes no sólo hubieran perdido semejante pudor, sino que, bien por el contrario, se afanaran concienzudamente en conseguir cada año para la comunidad autónoma sobre la que gobiernan el premio a la región más antipática del país, sin que nadie le pueda hacer sombra en clasificación tan elitista y reservada.
 
            Las ofensas proferidas desde Cataluña hacia España son ya absolutamente continuas, y lamentablemente, no hay día que no nos desayunemos con una nueva tropelía: desde el vergonzoso comportamiento que observaron seguidores del Barça en la capital del reino que con tanto respeto y cariño los trató durante la final de una copa de fútbol que nadie les había obligado a jugar, -por las que, por cierto, nadie ha pedido todavía disculpas-, hasta las continuas afrentas de un señor de apellido Mas que parece no tuviera más razón de existir que la de convertir a su región en la más antipatica de todas las españolas.
 
            La insistencia en lo que desde la pesadilla nacionalista que vive Cataluña dan en llamar “el pacto fiscal” habría sido indigerible, es de hecho indigerible, en cualquier situación por la que pudiera atravesar España… Pero con la que está cayendo en nuestro país, hablar de semejante desfachatez de insolidaridad constituye una verdadera demostración de desvergüenza y de canallería que sólo el que compite por ser el más antipático de la clase se puede permitir.

            Pretende convencernos el Sr. Mas de que de haber tenido Cataluña “pacto fiscal” las cuentas catalanas estarían equilibradas. Yo le digo al Sr. Mas que de haberlo tenido, las cuentas catalanas estarían tan desequilibradas o más de lo que ya lo están, sólo que en vez de haberse desequilibrado (en parte, sólo en parte) por pagar Cataluña la cuota de solidaridad que le es exigible por ser la región más rica de España gracias al mercado más que fácil que España le representa, gracias a haber sido una de las más beneficiadas de la inversión pública española, y gracias a la más que catalanista política arancelaria practicada desde siempre por España, lo estarían por estar pagando aún más embajadas de tres al cuarto, en más países excéntricos, con más embajadores de chichinabo; y por estar dilapidando aún más dinero del que ya dilapida en esa cursilada que dan en llamar “inmersión lingüística”, y que sólo es inmersión, pero sin oxígeno, para cuantos en Cataluña quieren trabajar en español y educar a sus hijos en español.
 
            La última ya ha sido demasiado: ni siquiera presentarse en Madrid a la reunión de presidentes de comunidades autónomas porque a los señoritos no se les concede la última ocurrencia que se les ha pasado por la cabeza, que por supuesto no es más que la antesala de la próxima que ya tienen en la recámara, es bastante más de lo que los españoles tenemos porqué aguantar a los antipáticos dirigentes de esa región profundamente española que, por mucho que a Mas y algunos más les pese, es Cataluña.
 
            Andese con ojo Sr. Mas, ándese con ojo, a ver si le va a ocurrir a Vd. y a Cataluña lo que decía un político nacionalista vasco (Emilio Guevara militante del PNV que acabó pasándose al PSOE) que le acabaría pasando al País Vasco. Y es que al final se va a convocar en España el famoso referéndum de independencia con el que tanto sueñan algunos de Vds., y les van a salir más votos fuera de Cataluña que dentro.
 
            De verdad, ¿es mucho soñar que algún día un Gobierno nacional apoyado por el principal partido de la oposición, le pare de una vez los pies a los más que antipáticos gobiernos de los que acostumbran a dotarse los catalanes?
 
 
            ©L.A.
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