“Ese Jesús, a quien vosotros habéis crucificado, al que habéis declarado malhechor, Dios lo resucitó” Luego Dios  no piensa como nosotros; lo cual quiere decir que estamos equivocados. Tú puedes replicar: “yo no he crucificado a Jesucristo”. Pero sí, lo has crucificado porque ha muerto por tus pecados, para tu salvación. Dios no sólo le ha dado la razón a Jesucristo, a su forma de ser y de comportarse, a sus ideas, sentimientos y actitudes sino que le ha resucitado, vive para siempre y ha sido constituido Señor, Salvador y Juez de la historia.

         ¿En qué notas que necesitas ser salvado? En que no puedes aguantar a ciertas personas, en que te brotan odios y deseos de revancha. En que no puedes con el tabaco, el alcohol o la droga y otras cosas que tú sabes muy bien que te hacen daño. En que eres frío, calculador y rencoroso y no puedes dar ni cariño ni casi nada de lo tuyo. Lo notas en que te debates en inseguridades, complejos y depresiones. En que te mata el cumplir años, la timidez y la culpabilidad.

  Una de las formas de huir de esta realidad es la de querer salvarte por ti mismo, con tu fuerza y propósitos. Otra es montarte la vida a tu manera, prescindir de todo y tratar de salvarte en el dinero, en la diversión, en el consumismo, en el trabajo, en la literatura, en la familia...El cristianismo, a lo largo de los siglos, te viene proponiendo otra forma de sentirte querido, salvado y liberado: “descubre a Jesucristo y experiméntalo en vivo y en directo”.  Este libro presenta a Jesucristo como el protagonista de nuestra salvación, Él es el Cordero de Dios que ha derramado su sangre por cada uno de nosotros. Él ha vencido a la muerte, Él nos ha rescatado...y ¿qué mayor Amor que el de la Cruz?

EDIBESA, Madrid, 2006, 374 pp.