EVANGELIO

El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Palabra del Señor.

Avisos:

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Dignas de la Madre.

Jesús, el “Siervo de Dios” para la humanidad, les habla de Su Pasión, muerte y resurrección. Sin embargo, los discípulos tienen su cabeza en otra parte. Su prioridad es a ver quién de ellos es el más importante. Su corazón está centrado en ellos y no en los demás como el de Cristo. Esta misma escena puede ocurrir en mi matrimonio. Puedo estar más atento a mí mismo, porque para mí, yo soy el más importante, que en mi esposo. Mientras mi prioridad sea yo, no podré seguir a Cristo.

Con esta clave que nos da Cristo hoy, no hay matrimonio que pueda ir mal: El esposo que quiera ser el primero en su matrimonio, que sea el último en su casa. En mi casa hay un puesto VIP, y ese es para mi esposo, porque mi amor a él/ella, representa mi amor a Cristo.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Elena y Juan: La verdad es que siempre estamos midiendo qué hace el otro, en lo que respecta a las tareas del hogar. En cambio, en otras circunstancias, tendemos a buscar el protagonismo.
Matrimonio Tutor: Todos tenemos esa tendencia. Pero mirad, para encontrar la belleza de ser el último y el servidor de todos, hablemos de la Santísima Virgen, porque no podemos hablar de mayor belleza ¿os parece? Cuando el Ángel la saluda como “Llena de gracia…”, ella se turba y después responde “He aquí la esclava del Señor”. Cuando su pariente Isabel le dedica tantos honores en su bienvenida, Ella le devuelve los honores a Dios en el Magníficat y se queda en aquella casa haciendo de sirvienta: Barriendo, fregando, yendo al pueblo a por agua, llevando la ropa sucia a lavar al río, llevando la basura al barranco… esas fueron las dignísimas labores de la que acababa de recibir el cargo más importante de la historia del ser humano: Madre de Dios. Y así podíamos seguir contemplando Su vida… cómo ante cada contrariedad, cuando no entendía nada, no se revelaba, sino que guardaba todas esas cosas meditándolas en Su Corazón.
Elena y Juan: Así es. Y ¿Quién no ha pedido alguna vez ser como María?
Matrimonio Tutor: Pues lo tenemos fácil: Fregar, barrer… y todos los honores, devolvérselos a Dios a quien pertenecen. El mundo desprestigia esas labores sencillas: Planchar, tender, cocinar… porque el Demonio sabe que son dignas de la Madre de Dios. Hechas con amor, nos hacen grandes.

Madre,

Me cuesta ponerme en último lugar, hasta que te miro a Ti. Tu belleza y tu sencillez son incomparables y me hacen desear imitarte. Tu humildad nos atrae y nos desarma. Aquí nos tienes, rezando a Tus pies y dando gracias a Dios por el don de tenerte como Madre. Alabado sea el Señor. Amén.