Decíamos ayer hablando de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que desde sus primeros momentos de su existencia, la españolísima Compañía de Jesús la hace suya, al modo en el que los carmelitas hacen suyo el escapulario o los dominicos el rosario, cosa que acontece a través de muchos de sus más significados miembros: así Álvarez de Paz, Luis de la Puente, San Francisco de Borja, San Pedro Canisio, San Luis Gonzaga, San Alfonso Rodríguez. Pues bien, es esta misma Compañía de Jesús la que va a traer a España una devoción que al cabo de muy poco tiempo, acaba adquiriendo un carácter muy español.
 
            Precisamente un jesuíta, Bernardo Francisco de Hoyos y de Seña (17111735), estudiante de teología en el colegio San Ambrosio de los jesuitas de Valladolid, se convierte en uno de los grandes protagonistas de este hito al recibir el 14 de mayo de 1733 (han pasado sesenta años desde las apariciones a Santa Margarita de Alacoque), día de la Ascensión, la aparición de Jesús para revelarle la llamada "Gran Promesa" que vincula para siempre a España con su Sagrado Corazón. Así se lo cuenta él mismo a su confesor y director espiritual, el P. Juan de Loyola:
 
            “Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí sólo, sino para que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en que ni aun memoria parece hay de ella, me dijo Jesús: ‘Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes’”.
 
            Bernardo, que muere a la temprana edad de los 24 años de unas fiebres tifoideas, será beatificado por el Papa Benedicto XVI bien recientemente, el 18 de abril de 2010.
 
            Poco antes de la aparición, en 1727, Felipe V de España, el primer Borbón español, a semejanza de cómo hará cuarenta años después la Reina de Francia, escribe a Benedicto XIII pidiéndole misa y oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús para todos sus reinos.

            Un deseo real ratificado en el II Concilio de Tarragona celebrado en 1738 y en el que se realiza esta expresa petición al Papa:
 
            “Rogamos con el mayor encarecimiento a V. Santidad se digne hacer extensivo a estos reinos de las Españas el culto eclesiástico del oficio y misa del santísimo Corazón de N. S. Jesucristo, persuadidos como estamos de que nada podría con mejor eficacia contribuir a la mayor gloria de Dios y salud de las almas”.
 
            La primera consagración de España al Sagrado Corazón es la que realizará Carlos María de Borbón y Austria-Este, el Carlos VII de los carlistas, el 14 de junio de 1875 en Orduña. Una consagración que repetirá luego Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919 en Getafe, concretamente en el lugar que se da en llamar el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la España peninsular, donde se le erige un magnífico monumento del que tendremos ocasión de hablar también en esta columna.

            La imagen del Sagrado Corazón dará lugar a muy diversas tradiciones en España. Así, durante la Guerra Civil, eran no pocos los combatientes que llevaban una imagen de fieltro adherida a la ropa llamada “detente”, cuya finalidad no era sino la de detener las balas enemigas. Todavía hoy es frecuente ver una imagen del Sagrado Corazón en las puertas de muchos hogares españoles. En la localidad malagueña de Alhaurín el Grande, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno realiza salidas el sábado y domingo posteriores al Corpus Christi, días en las que procesiona la imagen de Jesús bajo la advocación del Sagrado Corazón.
 
 
            Como es fácilmente comprensible, la devoción al Sagrado Corazón viaja desde España a todo Hispanoamérica, donde la República del Ecuador se convierte, el 25 de marzo de 1873, en el primer país del mundo consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, y donde los templos bajo la advocación del Sagrado Corazón florecen por doquier en todos los países del continente.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
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