Josep Gassiot Magret en su obra “Apuntes para el estudio de la persecución religiosa en España” narra a continuación los excesos salvajes “En los primeros meses de la Guerra Civil”.
Tendríamos que dar una gran extensión a nuestro escrito refiriendo todos los casos que conocemos; bastará que examinemos algunos, y entre éstos podemos ver cómo fueron martirizados los trece obispos que pudieron ser alcanzados o detenidos por la persecución religiosa. Aunque ahora se habla de doce Obispos mártires, siempre se consideraron trece al contar al Administrador Apostólico de la diócesis de Orihuela, Ilmo. don Juan de Dios Ponce y Pozo.

El primero que recibió la palma del martirio fue el Obispo de Sigüenza, don Eustaquio Nieto y Martín (en la foto durante el sacramento del matrimonio de unos conocidos), detenido el 26 de julio y asesinado al siguiente día en la carretera de Madrid, entre los pueblos de Estriégana y Alcolea del Pinar; al ser encontrado su cadáver tenía en el pecho medio incrustado el pectoral y pudo apreciarse que su cuerpo había sido rociado de gasolina, a la que prendieron fuego.






El Obispo de Lérida, don Silvio Huix Miralpeix, fue martirizado el 5 de agosto con veintiún compañeros de cautiverio. Al ir a comenzar la ejecución, suplicó a los verdugos que a él le fusilasen el último, como así lo hicieron; de esta manera pudo animar, absolver y bendecir a cada uno de los demás mártires.




El Obispo de Cuenca, don Cruz Laplana Laguna (en la foto, de visita pastoral en el pueblo de Salmeron, Guadalajara) fue asesinado el 8 de agosto en unión de su canónigo don Fernando Español Berdié, que se ofreció voluntariamente a la muerte para no abandonar a su Prelado; se confesaron mutuamente ambos sacerdotes en presencia de sus asesinos, a los que otorgaron su perdón. Las ejecuciones tuvieron por escenario el kilómetro 5 de la carretera de Cuenca a Alcázar de San Juan.






El Obispo de Segorbe, don Miguel Serra Sucarrats, y su hermano canónigo don Carlos fueron martirizados el 9 de agosto en la carretera de Algar, a siete kilómetros de Vall d´Uxó; con ellos fueron también el Vicario General, don Marcelino Blasco Palomar, Fray Vicente Sauch, de la Orden Carmelitana, Fray José Mª Juan Balaguer y Fray Domingo García Ferrando, franciscanos. También el doctor Serra quiso ser el último de los ejecutados, para asistir a sus compañeros, y luego de haber realizado esta misión, dijo a sus verdugos que les daba su última bendición de Obispo. Hemos de hacer notar que el doctor Serra había sido anteriormente Obispo de las Palmas y había tomado posesión del Obispado de Segorbe el 29 de junio; su actuación de Prelado duró pocos días, y se distinguió únicamente por haber repartido importantes limosnas entre los pobres. Al ser detenido, su hermano quiso acompañarle. Eran hijos de un carpintero de Olot, y el autor de este escrito había sido distinguido desde su infancia con la afectuosa amistad de estos que fueron martirizados, de una manera bien clara y evidente, sólo por su condición de religiosos.




El Obispo titular de Eurea en Epiro y administrador apostólico de la diócesis de Barbastro, don Florentino Asensio Barroso, después de sufrir malos tratos, fue muerto el 9 de agosto, en la carretera de Sariñena; trasladado su cuerpo al cementerio y arrojado sobre una fosa en unión de un montón de cadáveres, se descubrió que todavía vivía, por lo que fue rematado de un tiro.




El Obispo auxiliar de la archidiócesis de Tarragona, don Manuel Borras Ferrer; fue detenido en el Monasterio de Poblet y asesinado el 12 de agosto, en la carretera de Valls. Una vecina de Lilla vio su cadáver, desnudo, con señales de haber sido quemado y faltándole el antebrazo izquierdo; el cadáver aparecía completamente magullado.
 
 
El pasado 30 de mayo, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, presentó el libro “Los doce obispos mártires del siglo XX en España”, de la directora de la Oficina para las Causas de los Santos de la CEE, María Encarnación González Rodríguez.



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