No quiero asustar o ahuyentar a nadie. De hecho, toda la vida he estado vinculado con la pastoral juvenil y es un proyecto que bien vale la pena, sin embargo, me he dado cuenta que algunos jóvenes actúan diferente cuando se encuentran en una reunión formal o informal al interior de las parroquias, colegios o grupos involucrados con la pastoral. Asumen incluso las mismas expresiones de las religiosas o de los religiosos con los que llegan a tratar y eso siempre me ha parecido extraño y fuera de lugar, pues no tenemos que copiar frases o gestos, sino ser sencillamente nosotros mismos, siguiendo el ejemplo creativo de los jóvenes de “Arguments”, quienes se expresan con un lenguaje fresco y juvenil.

  En el fondo, el subconsciente nos traiciona y seguimos cargando con los prejuicios que hay alrededor de la Iglesia. Pensar, por ejemplo, que para ser un verdadero joven católico hay que vestirse con colores pálidos y colgarse una cruz tan grande como la del Sr. Obispo, sin embargo, eso no es lo que la Iglesia nos ha enseñado o pedido. Repito y subrayo, no se trata de ser exagerados, sino de actuar con naturalidad y en contacto con la sociedad que nos rodea, aunque teniendo clara nuestra identidad como bautizados.

  Así como nos invitan a una fiesta y vamos con toda la actitud para divertirnos y pasarla bien, tenemos que presentarnos en la pastoral juvenil. Nada de actitudes rebuscadamente piadosas, pues se trata de un espacio igualmente importante y significativo. No todo es cantar y aplaudir, sino ser jóvenes conectados con los desafíos de nuestro tiempo. En otras palabras, tener los pies sobre la tierra y la mirada bien puesta en Jesús.