Decimos de la Bienaventurada Virgen María que es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo, y que por tanto es Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad. Puede que haya quien crea que rezar las tres avemarías con esas invocaciones es un acto piadoso como otro cualquiera. Pero lo cierto es que no hay nada más cercano a la realidad.

Somos hijos de Dios y María es la madre de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. También, por adopción de María, porque Nuestro Señor nos la encomendó a través de san Juan, y porque Nuestro Padre la predestinó como Madre de todo lo creado, María también es Nuestra Madre y Señora.

Templos del Espíritu Santo somos  y estamos llamados a serlo en total plenitud. María, Nuestra Madre, que concibió por Obra y Gracia del Espíritu Santo, es la Llena de Gracia. ¿Por qué no decir de ella que es Templo y Sagrario, predestinados, santos y benditos por siempre?

Aunque hayamos terminado el mes de mayo, dedicado a Nuestra Madre, ella nos recuerda también hoy, a través de la Solemnidad de hoy de la Santísima Trinidad, contemplando este maravilloso cuadro de Velázquez, como podemos vivir nuestra relación con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. Un recuerdo también hoy, en esta Jornada pro Orantibus, a quienes han hecho de la contemplación del Misterio de Dios, Uno y Trino, la vocación de su vida.

A mí me gustan mucho los números, ¡qué le voy a hacer! Hoy es día 3 y es la Solemnidad de la Santísima Trinidad. ¿No es maravilloso? (aunque suene un poco infantil en mí esa expresión).