Monseñor Pascal Roland, el obispo de Ars, ¡lógico!

No tengo la intención de emitir instrucciones específicas para mi diócesis. Me ahorro volver a reproducir la carta del Obispo de Belley-Ars (Francia) porque la pueden leer aquí: 

https://www.religionenlibertad.com/europa/35220468/Un-obispo-denuncia-la-epidemia-del-miedo-y-no-dara-instrucciones-por-el-coronavirus-en-su-diocesis.html

Pero ustedes no dejen de hacerlo. Me encanta este párrafo:

«Deberíamos recordar más bien que en situaciones mucho más graves, aquellas de las grandes plagas, y cuando los medios sanitarios no eran los de hoy, las poblaciones cristianas se ilustraron con procedimientos de oración colectiva, así como por la ayuda a los enfermos, la asistencia a los moribundos y la sepultura de los fallecidos. En resumen, los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes, ¡sino todo lo contrario!».

Los concelleres de Barcelona

Frederich Schwartz y Francesch Carreras en su magnífica obra Dietari del Antich Consell Barceloní (1892, volumen primer, página 390-391) se lee que:

El 13 de junio de 1439 - Los concelleres piden a varios conventos oraciones para acabar con las epidemias que sufre la ciudad.

DISSAPTA XIII. – Aquest die parti en Johan de Maella correu de manament dels honorables Consellers qui es anat ab letres lurs en diverses parts a algunos Monastirs per ço que preguen nostre Senyor Dues per les epidemies e axi mateix que preguen per lo benavenir del Senyor Rey.

¡¡¡Por si lo lee Ada Colau!!!... Aunque creo que sería mejor que lo leyéramos, pidiéramos e hiciéramos nosotros. Sería la primera mejor medida de la nueva cúpula de la Conferencia Episcopal Española.

1. San Carlos Borromeo (1538 - 1584)

Hay un acontecimiento célebre en la vida de Carlos que define la abnegación y sentido de responsabilidad de su cargo: la llamada peste de san Carlos. Cuando el 11 de agosto de 1576 hacía su entrada solemne en Milán Juan de Austria, gobernador de los Países Bajos, que marchaba camino de Flandes, estalló la espantosa noticia de que había peste en la ciudad. Aquel mismo día prosiguió el gobernador su viaje y los milaneses comenzaron a aprestarse para luchar contra el terrible enemigo. Borromeo, que se encontraba fuera de la ciudad, al saber la noticia aceleró la vuelta para tomar las medidas oportunas. Los lazaretos rebosaban ya de apestados, a los que faltaban no solo los auxilios materiales, sino también los espirituales.

El arzobispo de Milán, para contrarrestar la peste, hizo pedir limosna por la ciudad y de su patrimonio vendió los objetos preciosos que le quedaban. Incluso cedió las colgaduras de su palacio para hacer vestidos. Dormía escasamente dos horas para poder acudir personalmente a todas partes, visitaba todos los barrios alentando el ánimo de los que desfallecían, administraba él mismo los últimos sacramentos a los sacerdotes que sucumbían en aquella obra de caridad. Despreció el peligro de contagio y ordenó un triduo de oraciones públicas y procesiones. Pero la peste siguió en aumento durante el otoño y todo el año siguiente de 1577. Hasta el 20 de enero de 1578 no se declaró su extinción. Por su extraordinaria conducta durante la peste, aquella dura prueba se denominó la peste de san Carlos.

Menos de un siglo después el acto heroico del famoso cardenal Borromeo llevará a la fundación de las Sœurs de la Charité de Saint-Charles de Nancy, también conocidas como Hermanas de la Caridad de San Carlos Borromeo. Se trata de una congregación religiosa católica femenina de derecho pontificio, fundada por el francés Emanuel Chauvenel en 1652, en Nancy. A las religiosas que pertenecen a este instituto se les conoce como borromeas de Nancy.

Las borromeas de Nancy se dedican a la pastoral sanitaria, desarrollando sus actividades, especialmente a domicilio, en hospitales, casas de reposo para ancianos y orfanatos. La congregación cuenta con unas 140 religiosas y 19 casas, presentes en Bélgica, Francia, Italia y Senegal. EL EJEMPLO DE LOS SANTOS ATRAE...  y da frutos.

Excelente retablo, con figuras de tamaño real de la iglesia de San Carlos Borromeo de Zaragoza, con la escena de los apestados.

RECEMOS CON EL SALMO 91

Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío».
Él te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas.
No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol.
Aunque caigan mil a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
tú no serás alcanzado:
su brazo es escudo y coraza.
Con sólo dirigir una mirada,
verás el castigo de los malos,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo
Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.
«Él se entregó a mí,
por eso, yo lo glorificaré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estará con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré;
le haré gozar de una larga vida
y le haré ver mi salvación».