Ayer tuve el enorme privilegio de poder ver y escuchar en persona a Joseph Fadelle, el iraquí que por convertirse y hacerse católico recibió una condena de muerte, una fatwa, de manos del mismísimo Moqtada al Sadr y fue tiroteado y dejado por muerto por su propio tío y hermanos. El acto, organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (aprovecho para animar a quien esté leyendo estas líneas a apoyar con sus oraciones y también su dinero a esta organización de la Iglesia que hace una labor impresionante) bajo el impulso del siempre incansable y generoso Guillermo Elizalde, se desarrolló en el Salón de Actos del Colegio de Abogados de Barcelona, repleto hasta la bandera. Y no era para menos.

Fadelle nos explicó su vida, que es su conversión y el calvario que tuvo que sufrir él y su familia  hasta que pudieron establecerse en Francia. Luego, en el turno de preguntas se mostró como un hombre de fe arraigada y sencilla al tiempo, muy consciente de que, al final, lo matarán por apóstata y por su vida entregada a Cristo y a anunciarlo especialmente a sus hermanos musulmanes. Hombre de no muchas palabras, pero certeras, Fadelle insistió en que el mejor modo de evangelizar a los musulmanes era animarles a leer en serio, entendiéndolo, el Corán (ése fue el consejo que le dio el primer cristiano que conoció). Nos llamó a vivir con más intensidad nuestra fe, a trabajar más por ella, a alimentarnos del pan de vida y a saborear a Jesucristo. Un testimonio ejemplar que nos interpela y nuestra que Dios sigue derribando del caballo a quien quiere y cuando quiere. Y un mensaje de esperanza (sí, los musulmanes también aceptarán a Jesucristo como Salvador y ya lo están haciendo miles cada año) el que nos trajeron ayer a nuestra atribulada Barcelona.

Un último consejo: corran a leer el libro de Fadelle. Si aún no están convencidos, aquí les dejo una reseña del mismo.