El problema de la historicidad de los Evangelios, aunque se aborde con el nombre del “Jesús histórico” en tiempos relativamente cercanos, -suele decirse que se inicia el proceso en el s. XVIII- es, en realidad, un proceso muy antiguo, tan antiguo como el cristianismo. 

            Por uno de los grandes autores del primer cristianismo, Orígenes (n.185-m.254), sabemos que ya el filósofo pagano Celso (s. II) acusaba a los cristianos de que “alteran de su primer texto el Evangelio tres y cuatro y más veces, y lo trastornan para poder negar las objeciones que se les ponen” (Contra Celso de Orígenes, 2, 26).
 
            El también pagano Porfirio (n.232-m.304), al que podríamos nombrar verdadero patrón del “Jesús histórico”, en su obra Contra los cristianos ya escribe dieciséis siglos antes de que lo hicieran los primeros exponentes del movimiento en Alemania:
 
            “Los evangelistas son inventores, no historiadores de los acontecimientos realizados en torno a Jesús”.
 
            Y se maravilla de las divergencias existentes entre ellos:
 
            “Cada uno de ellos escribió no en armonía, sino en desacuerdo, especialmente en lo que se refiere al relato de la pasión”.
 
            Quizás por eso mismo, desde los primeros tiempos sienten los cristianos la necesidad de concertar los cuatro relatos evangélicos. Una necesidad que no va a ser estéril y que dará lugar a importantes realizaciones. Así por ejemplo el Diatesarón, palabra que proveniente del griego, significa literalmente “a través de cuatro”, perfectamente descriptiva de lo que es el ánimo de la obra, esto es, una armonización de los cuatro textos canónicos sobre la vida de Jesús. Compuesta por Taciano de Mesopotamia (s. II) probablemente en siríaco, la conocemos por traducciones como las realizadas al griego, latín o árabe.
 
            No es el único intento realizado en ese sentido. Junto a muchos otros destaca también el que realiza San Agustín titulado “La concordancia de los evangelios”, quien de manera bien elocuente escribe en la introducción de su libro:
 
            “Por eso, con la inspiración y la ayuda del Señor Nuestro Dios, he emprendido en esta obra –que ojalá sirva también para su salvación- la tarea de demostrar el error o la temeridad de quienes creen presentar objeciones suficientemente agudas contra los cuatro libros del Evangelio que escribieron independientemente los cuatro evangelistas. Para que ello sea realidad, he de demostrar que no se contradicen esos mismos autores” (Conc. 10).
 
            Pero es un teólogo alemán del s. XVIII Herman Samuel Reimarus (n.1694-m.1768) el que desde una posición muy crítica, abre un debate que durante casi dos siglos tendrá nacionalidad exclusivamente alemana y al que cabe dar el nombre con el que nos estamos refiriendo a él del “Jesús histórico”. Un debate intenso que aún hoy sigue vigente y al que de una manera u otra se adhieren no pocos historiadores y teólogos, en general muy críticos con la figura de Jesús y de las personas de su entorno, en cuyo conocimiento iremos entrando. Permítame, sin embargo, el lector que lo hagamos poco a poco a poco, sin agotar el tema aquí mismo, por lo que por hoy y como tantas veces les digo, en esta columna quedamos, donde son Vds. muy bienvenidos, con este tema y con otros.
 
 
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