Tema controvertido donde lo haya, aunque en mi opinión, más allá de una única razón que es la que finalmente ha empozoñado todo el debate, la cosa no debería haber ido nunca más allá del honroso empate entre las dos preciosas denominaciones de las que nuestra rica y fecunda lengua puede, con todo orgullo, presumir.
 
            La denominación “castellano”, la locución “lengua castellana”, hacen referencia al origen de nuestra maravillosa lengua, aunque fíjense Vds., por mor de las circunstancias administrativas y políticas, dicho origen se halle hoy, físicamente enclavado en una región que no es denominada Castilla, sino Rioja, en el monasterio de San Millán. Referirse a ella con tan hermosa locución no la desmerece en absoluto, como tampoco desmerece a la otra gran lengua del planeta, el inglés, el llamarse así por haber nacido en Inglaterra, y aún a pesar de ser la que hablan no sólo los ingleses, sino también todos los británicos, y aún muchas personas que no son ni lo uno ni lo otro. Hace honor a Castilla, origen y cuna de la lengua y de la patria españolas, y es el término idóneo para distinguirla de las otras lenguas no menos españolas como el catalán, el vascuence, el gallego o el guanche, y aún de otras hablas o dialectos como el bable y otros. En ese sentido, un verdadero acierto del legislador constitucional del 78 cuando para describir la lengua oficial de España lo hacía con estas palabras: “la lengua española oficial del estado es el castellano”.
 
            La denominación “español”, la locución “lengua española”, hace referencia a la vocación de esa lengua castellana, en cuanto vehículo de comunicación perfecto entre todos los ciudadanos que pueblan esa gran nación entre las primeras de la historia que se llama España. Y fíjense Vds. que desde el punto de vista vocacional de la lengua, aún habría que hablar con mayor precisión del “hispano” o de la “lengua hispana”, en cuanto que ya ha trascendido el ámbito de lo meramente español y es en la que se entiende toda una civilización mundial que es la hispana.
 
            Nada, pues, de peyorativo o de negativo en utilizar la preciosa locución “lengua castellana” o la preciosa palabra “castellano” para definir la única lengua que somos capaces de hablar todos los españoles (aunque algunos lo hagan cada día peor, triste constatación de la realidad presente de España, y hasta hallen algún extraño prurito en hacerlo así, como si de verdaderos paletos se tratara... ¡a lo que pueden conducir la necedad y el nacionalismo!)… Salvo, precisamente, por el uso premeditadamente ofensivo que del término han hecho determinado tipo de personas, que son las que han conseguido que a muchos otros, tan hermoso término les produzca aversión.

            Y eso que si lo analizamos con cuidado y con detenimiento, el hecho de que un catalán, o un vasco, o un gallego, o un canario insistan y se empeñen en denominar “castellano” a la lengua que también conocen muchos como “español”, no es, en realidad, sino una afirmación de la españolidad de las lenguas catalana, vasca, gallega o guanche, una españolidad cuya defensa es el único argumento coherente para denegar al español denominación tal. Y no debería producirnos a los que gustamos de llamar "español" al castellano sino legítimo orgullo, el orgullo de comprobar que, efectivamente, el castellano no es la única lengua española, y que quienes hablan y utilizan otras lenguas españolas, se afanan en negarle dicho monopolio al castellano por desearlo también para ellos.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
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