Serapión, un hombre muy culto, padre del desierto (S. IV-V), al ver y encontrarse con la verdadera miseria de algunos hermanos, vendió el libro de los Evangelios. Repartió el dinero a quienes estaban hambrientos y necesitados de una ayuda urgente. Decía después, con gran gozo:

- «He vendido el libro en el que Jesús, me mandaba: Vender, todo lo que poseía y dárselo a los pobres».  

Un padre del desierto que escuchó el hecho por boca de quien vendió el libro de los Evangelios, dice que:
-«A Serapión le entró una gran alegría por el hecho de haber dado: todo lo que tenía de valor: los Evangelios».

Y añadía que todos los que estaban a su alrededor, se pusieron instintivamente a entonar gozosos, cánticos de alabanza a Dios, llenos de alegría, porque: se había cumplido exactamente, con lo que había mandado Jesús, al joven rico. Añadía Serapión: “Tal como viene escrito en el Evangelio que he vendido para ayudar a quienes necesitaban de una ayuda urgente :

-“Si quieres ser perfecto ve, vende todo cuanto tienes y dáselo a los pobres. Poseerás un tesoro en el Cielo; y vuelto aquí…sígueme. Carga con tu cruz”.