Uno de esos personajes importantes de la historia de España del que nada o casi nada sabemos los españoles... que buenos somos los españoles para desconocer todo sobre los grandes personajes de nuestra historia mientras dedicamos tinta y más tinta a pequeños personajetes sin ninguna trascendencia de esos que nada importante dejan salvo mucha inquina. No es el caso del desconocido Gabriel de Castilla descubridor de nada menos que… ¡¡¡un continente!!! por muy helado que ese continente se halle en cualquier fecha del año: la Antártida.
 

            No es mucho lo que sobre la infancia de Gabriel de Castilla sabemos. Que nació hacia el año 1577, que lo hizo en Palencia, que era de noble cuna... desconocimiento que, sin duda, deriva del hecho de que la importancia de su descubrimiento no trascendió hasta pasado no poco tiempo de ocurrido.
 
            Como quiera que sea, pronto nos encontramos a Gabriel en América, y concretamente en Chile, donde a bordo del San Francisco, participa en el reconocimiento de su entonces ignoto territorio. Nombrado General de El Callao, participa también en la que se llamará Guerra del Arauco.
 
            En su expansión hacia el sur del continente americano una serie de marinos españoles y portugueses habían superado ya varios hitos importantes. Díaz de Solís llegaba hasta el Río de la Plata; Magallanes descubría el paso del Atlántico hacia el Pacífico; Sarmiento de Gamboa llegaba a Punta Arenas, al sur de Chile en la confluencia de los canales magallánicos y fueguinos que abren al sur a través del Beagle la navegación a la corriente circumpolar; Francisco de Hoces en el San Lesmes aún llegaba más al sur.
 
            Tales eran las circunstancias cuando Gabriel de Castilla zarpa de Valparaíso en marzo de 1603 a al mando de tres naves: el galeón Jesús María, de 600 toneladas y 30 cañones; el Nuestra Señora de la Visitación, que había pertenecido al corsario Richard Hawkins; y el Nuestra Señora de las Mercedes, de 400 toneladas.

            Objetivo de la singladura, el encomendado por su primo el virrey del Perú Luis Velasco y Castilla, reprimir las incursiones de corsarios holandeses en los mares del sur de Chile.
 
            Poco o nada se sabría de la expedición de no ser por el testimonio de un marinero holandés, Laurenz Claesz, el cual declara haber “navegado bajo el Almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaiso, i desde allí hacia el estrecho, en el año de 1603; i estuvo en marzo en los 64 grados i allí tuvieron mucha nieve. En el siguiente mes de abril regresaron de nuevo a las costas de Chile”. Haciendo una descripción que según todo indica sería la de las islas Melchior, un remoto archipiélago sito en la antártica bahía de Dallman.
 
            Según otras fuentes que también atribuyen al Almirante De Castilla el descubrimiento, éste habría partido a bordo del navío Buena Nueva. En el verano austral de 1603 superó los 60º de latitud sur, y observó tierras montañosas cubiertas de nieve. Las coordenadas de sus descubrimientos indican que reconoció a las islas actualmente llamadas islas Shetland del Sur (a las que llamó, por su navío, “Islas de La Buena Nueva”), la parte septentrional de la península Antártica. Por las coordenadas que da y por la corografía (descripción de aspectos geográficos) que realiza es muy probable que hubiese llegado asimismo a las islas actualmente llamadas islas Melchior.
 
            Después de Gabriel de Castilla, otros navegantes españoles llegaron a latitudes similares. Así lo hace la Fragata Aurora en 1702 o la San Miguel en 1709, antes de que en 1773 el británico James Cook descienda hasta los 71° 10´ de latitud sur.
 
            Gabriel de Castilla murió en Lima un 20 de marzo como hoy, concretamente el de 1620, razón por la que elegimos tal día como hoy para este pequeño homenaje a un gran personaje. La base que España posee en la Antártida, concretamente en la isla Decepción en las Islas Shetland del Sur, lleva en su honor el nombre de Gabriel de Castilla. Fundada en el verano austral 1989-90, opera sólo en verano. Lo que poco tiene de extraño si consideramos que en la Antártida se ha registrado la temperatura más baja nunca registrada en la tierra: menos 89 grados centígrados el 21 de julio de 1983.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
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