Así dice el Señor Dios: “Si dejas de pisotear el sábado, de hacer tus negocios en mi día santo; si llamas al sábado "Delicioso" y al día santo del Señor “Honorable”; si lo honras absteniéndote de traficar, de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente, entonces te deleitarás en el Señor; yo te haré cabalgar sobre las alturas del país y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob” (Is 58, 1314).
 
Dios nos propone un camino de perfección que deje espacio a lo sagrado, a la alabanza y gloria a Dios, a profundizar en el sentido de nuestra propia actividad para no caer en un activismo espiritualmente estéril. Dios nos manda santificar las fiestas: “Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus  trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo” (Ex 20, 810).
 
Tanto es así que el Catecismo nos recuerda: “Durante el domingo y las otras fiestas de precepto, los fieles se abstendrán de entregarse a trabajos o actividades que impidan el culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de las obras de misericordia, el descanso necesario del espíritu y del cuerpo. Las necesidades familiares o una gran utilidad social constituyen excusas legítimas respecto al precepto del descanso dominical. Los fieles deben cuidar de que legítimas excusas no introduzcan hábitos perjudiciales a la religión, a la vida de familia y a la salud” (número 2185).
 
El Santo Cura de Ars ya lo advertía: “El domingo es el día del Señor. El ha hecho todos los días de la semana; podía guardarlos todos para él, pero no; nos ha dado seis... ¿Con qué derecho tocas tú lo que no te pertenece? Sabes que el bien robado no se aprovecha jamás. El día que se roba al Señor no se aprovecha tampoco. Conozco dos medios para ser pobre: trabajar el domingo y tomar el bien del prójimo”.
 
 
Aunque pueda resultar paradójico, la postura del católico debe ser en favor de la libertad de horarios comerciales en días festivos. En su propuesta de camino hacia la Casa del Padre, Cristo respeta la libertad con la que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Una vez más, se dirige a la conciencia libre de cada hombre para que a la luz de su mensaje opte libremente por respetar el descanso dominical para entregarle este día al Señor.
 
¿Cumple con el deber de santificar las fiestas quien no trabaja en domingo, impedido quizá por las leyes, pero su corazón está lejos de Dios? Pienso que no. Tan contrario a este mandamiento puede ser trabajar como estar todo el domingo absorbido por el fútbol. El mandamiento de santificar las fiestas nunca podrá quedar reducido al cumplimiento de una ley civil, sino que tendrá que ser la respuesta de un corazón que se deleita en meditar la Ley del Señor y cumplir su palabra.

; en este caso, de leyes que no impidan la libertad de horarios comerciales. Dicho lo cual, los católicos también debemos exigir a los poderes públicos con todas nuestras fuerzas que las leyes laborales respeten nuestras tradiciones seculares y se declaren festivos los domingos y las fiestas de precepto. Sería “un error ver en la legislación respetuosa del ritmo semanal una simple circunstancia histórica sin valor para la Iglesia y que ella podría abandonar.” (Carta Apostólica Dies Domini, n. 64).
 
¡Ojo! el debate de los horarios comerciales no es siempre inocente. El católico debe mantenerse alerta ante voces liberticidas, y en ocasiones interesadas, que exijan restricciones en la libertad de horarios para ciertos tipos de negocios. Habrá quienes apelen a un chantaje moral. Otros, más técnicos, dirán que abrir en festivo es ineficiente, poco rentable, aumenta el paro o cualquier otra razón con el mismo fundamento. Los horarios comerciales, en sí, son solo un elemento más de la estrategia comercial de un negocio, como, por ejemplo, dónde ubicar el negocio, qué personal contratar o qué servicios posventa ofrecer, entre muchos otros. El deber de todo cristiano de santificar las fiestas no se debe usar en este tipo de guerras comerciales.
 
El domingo y las fiestas de precepto son el centro mismo de la vida cristiana. Como decía Juan Pablo II con relación al domingo “¡No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a Cristo!”. Algo que el católico, ya sea comerciante, trabajador o cliente, debe testimoniar ante todo con su propia coherencia de vida.