El Arzobispo anglicano de York, John Sentamu, de raza negra por más señas, no ha parado de recibir insultos racistas por parte de activistas gay desde el momento en el que manifestó su opinión sobre los matrimonios entre homosexuales en el periódico Daily Telegraph, insultos que en estos momentos investiga la policía británica.
 
            Las afirmaciones que le han costado al obispo las amenazas racistas son del tenor de las siguientes: “yo no creo que sea el papel del estado definir lo que es el matrimonio. Está establecido por la tradición y la historia y uno no puede cambiarlo de la noche a la mañana, por muy poderoso que sea”. “Hemos visto a dictadores hacerlo en diferentes contextos y no me parece que se deban redefinir estructuras sociales muy claras que han existido durante mucho tiempo porque de un día para otro, el estado crea que deben ir en determinada dirección”. “Es como si alguien dijera que la Iglesia, cuya función es adorar a Dios, debiera convertirse en unas fuerzas armadas”. “Si Vd. quiere que se produzca el registro de parejas civiles de una manera cotidiana, la mayoría de la gente le puede decir que acepta el viraje. Pero si Vd. empieza a llamar a eso “matrimonio” Vd. está intentado cambiar la lengua inglesa”.
 
            Y eso que el arzobispo afirmó no estar en contra de las uniones civiles de homosexuales, y hasta se mostró comprensivo de que esas uniones civiles se celebraran en lugares de culto “mientras eso sea voluntario y sometido a las directrices de las distintas adscripciones religiosas”.
 
            En el Reino Unido no está regulado en estos momentos lo que se da en llamar el matrimonio homosexual, sólo las parejas de hecho aunque sean entre dos personas del mismo sexo, y el debate actual no versa sólo sobre la conveniencia de regularlo o no, sino también sobre la obligatoriedad de que, una vez regulados, se pueden celebrar en las iglesias, ora anglicana, ora católica, ora cualquier otra.
 
            El obispo, que ya padeció en sus carnes la tortura durante el régimen de Idi Amin en su país de origen, Uganda, ha sufrido numerosas agresiones verbales en su nuevo hogar de acogida, Gran Bretaña, ahora motivadas por el color de su piel. Según él mismo relata, “cuando yo era vicario, una mujer no me quiso en el funeral de su marido porque era negro. Al finalizar el funeral, se me dirigió un hombre que me dijo: ¿qué hizo mi padre para merecer ser enterrado por un mono negro?”.
 
            Lo que más me llama la atención en las agresiones verbales y racistas proferidas por los militantes gay contra el arzobispo es lo efímera que se muestran las alianzas de los distintos movimientos supuestamente liberadores, y lo poco liberales que los mismos son en realidad, habiendo bastado, en este caso, que un obispo expresara con todo respeto -y, por cierto, con no pocas concesiones hacia las reivindicaciones gay-, lo que constituye su opinión, para que haya recibido las más groseras e intolerables ofensas racistas por parte de unos homosexuales que, seguramente, se ufanan en presentarse a sí mismos como muy cercanos al sufrimiento de los que son discriminados por cualquier razón, no sólo por sus inclinaciones sexuales, sino también por el color de su piel.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
Otros artículos del autor relacionados con el tema
 
La ministra británica musulmana Sayeeda Warsi insta al Reino Unido a fortalecer su cristianismo
De Cameron, los Johns, los gay y el cristianismo
Del hotel gay investigado por no admitir heterosexuales