Quien ha tenido la experiencia de participar activamente en la vida de una iglesia católica, incluso quien sólo lo ha hecho de modo excepcional, como turista o «católico de ocasión» (por razón de una boda, primera comunión, etc.), habrá podido advertir la presencia del todavía tradicional tablón de anuncios. En él se exhiben los más variados avisos que van desde la mención del próximo matrimonio hasta el cómo entrar vestidos al recinto, pasando por las fechas de las próximas pláticas para confirmaciones o la conferencia de algún erudito que estará de paso por la zona.
 
Hay algunas iglesias que han colocado su «tablón de anuncios» en espacios digitales sin renunciar al tradicional. Otras incluso su hoja parroquial. Los han puesto en alguna red social y se han dado cuenta que suele ser más leídos, incluso más comentados y compartidos.
 
Ciertamente los tablones y las hojas parroquiales no son la única actividad que de forma cada vez más constante y numerosa impulsan comunidades o sus pastores en internet. La web no es una moda pasajera, una tendencia o una manera de pasar el tiempo: es una forma de intercomunicación genuina que en no pocos casos ha venido a enriquecer y redimensionar la experiencia de fe de miles de personas.

Este video pone de manifiesto que las redes sociales no son una moda pasajera.

El trabajo cada vez más numeroso de parroquias o líderes religiosos, sin embargo, parece encontrarse en no pocas ocasiones con problemas de desarrollo que hacen menguar el esfuerzo al no ver «resultados cuantificables» e inmediatos. ¿Hay algún método que ayude a estos grupos o individuos a aumentar el impacto de su ministerio on line? Sin perder de vista que el factor «éxito» en iniciativas confesionales sigue la dinámica de la fe, que implica la gracia, podemos esbozar al menos un decálogo orientativo:
 
1. Animar a que los usuarios generen contenidos
Las redes sociales borraron la barrera entre el emisor y el receptor: ahora todos somos capaces de ser generadores y, en cierta medida, somos también receptores. Saber motivar y canalizar ese esfuerzo puede derivar en contenidos más atractivos y variados en la oferta de lo que se ofrece desde nuestra comunidad on line. Esto significa, en la práctica, que no es un individuo quien lo debe hacer todo (tal vez sólo la coordinación) sino que debe involucrar inteligentemente a más.

 
2. Hacer «compartible» lo que se produce
Quien piensa en la web actual piensa necesariamente también en compartir: en el «me gusta» de Facebook, en el «retuitear» de Twitter, en el «+1» de Google+ o en el «rebloguear» de Tumblr; de ahí que ya antes de publicar contenido se deba pensar en cómo lo compartiría la gente. Entre más difícil sea hacerlo los visitantes se desinteresarán por volverlo a intentar.
 
Actualmente las plataformas de redes sociales ofrecen todos esos recursos: en Facebook puede consultarse la parte de desarrolladores (véase este ) y es sobradamente conocida la plataforma /.

 
3. La interacción
Se dice que un espacio está vivo no por la cantidad de comentarios que suscita sino por las respuestas por parte del autor de los contenidos a esos eventuales comentarios. En otras palabras, la interacción entre quien lee y quien publica es un indicador tanto de la vivacidad del proyecto como de la atención que merecen quienes intervienen por medio de esos canales de participación.
 
4. La oferta de contenidos de valor
Lanzar una iniciativa en la web implica «enfrentarse» -al menos indirectamente- a grandes portales que producen contenidos de altísima calidad. Existe una más o menos extendida valoración negativa sobre las iniciativas confesionales porque, en no pocos casos, producen materiales de escaso valor audiovisual o con lamentables faltas gramaticales.
 
Crear contenido implica tiempo de reflexión. Y en el ámbito de la web 2.0 el contenido avanza cada vez a lo audiovisual que a lo exclusivamente textual. La oferta de contenido en proyectos confesionales no debe perder de vista que son espacios que deben mover a un paso ulterior en el camino de fe de los visitantes: al encuentro con Dios como miembro de una comunidad.
 
5. Estrategia contra improvisación
Hay que plantearse metas, trabajar por objetivos, tener claro qué se quiere lograr, qué se irá haciendo para alcanzarlo y la motivación de fondo para alcanzarlo.
 
6. Brevedad y sencillez
La gente lee cada vez menos. Si a textos largos se añade un vocabulario complicado la garantía de fracaso está asegurada. Pensar en qué nos gustaría encontrarnos a nosotros mismos y apostar por lo útil, práctico y breve. De hecho la gente «consume» más video que texto, este video lo muestra gráficamente:


7. El termómetro
Para saber cómo se va nada mejor que alguien más que nos lo diga. Actualmente hay diferentes herramientas-medidores que nos dicen quiénes, de dónde y cuánto tiempo ingresan las personas a los portales. Eso puede ayudar a conocer qué contenidos son los más leídos, los que más comentarios o reacciones suscitan, lo que puede servir como planeador o hacia dónde se pueden enfocar los esfuerzos. Por su practicidad y porque son gratuitos mencionamos a / y .
 
8. Disponibilidad para hacer ajustes en la marcha y flujo constante de buenos contenidos, también de otros, incluso desconocidos, pero que estén en sintonía con el propio proyecto.
 
9. Paciencia
En el trabajo pastoral on line no hay resultados inmediatos. Suelen transcurrir de cinco a seis meses para comenzar a notar que las cosas avanzan.
 
Esto pasa en internet cada 60 segundos. ¿Se da cuenta por qué es bueno tener paciencia... y generar buenos contenidos?

10. Rece mucho
Rece para que se cumpla la voluntad del Señor y para que usted sepa reconocerla y aceptarla. Su proyecto no es suyo, es de Dios. Si es «suyo» entonces sí preocúpese. Si es de Él sepa que los números no son lo que a Dios más le interesa (lo que no significa dejar de poner cuanto está de la propia parte para que un proyecto confesional dé lo mejor de sí).