He leído en Internet que en las Sagradas Escrituras se nos dice 365 veces «No temáis». Luego vi que no, que lo de 365 es una cifra muy bonita pero no es la verdadera y luego que sí, que no es exactamente la frase no temáis pero si algo equivalente.

Igual me da, lo importante es que Dios nos dice innumerables veces que no tengamos miedo, añadiendo que hay que confiar con Él. Entonces, ¿es malo tener miedo?. Las personas estamos bien hechas, porque Nuestro Creador nos ha hecho a su imagen y semejanza, pero estamos heridos por el pecado original (Sí, eso de Adán y Eva, que dicen en los colegios que es un cuento de niños) y las cosas buenas se pervierten.

Tener deseo de comer y beber es bueno, pero su perversión es la gula, tener deseo sexual es bueno, pero su perversión es la lujuria, vamos los pecados capitales de los que ya no hablamos nunca, pero resulta que demuestran un conocimiento profundo de la naturaleza humana.

El miedo es bueno en cuanto busca nuestra protección, es el instinto de supervivencia y es algo que llevamos impreso en lo que llaman el «cerebro reptiliano» y que compartimos con los animales. Es algo bueno, pero frecuentemente se pervierte y entonces nos esclaviza, por eso el Señor nos advierte tantas veces de eso.

Pensando en el miedo se me ocurren infinidad de males y pecados que trae consigo:

El miedo es una potentísima arma en manos de los malvados porque el miedo paraliza y porque el miedo esclaviza:

He aquí como algo bueno, la prudencia llamémosla así, se convierte en algo terrorífico que nos convierte en esclavos en una cárcel sin barrotes.

Una cosa más me gustaría añadir sobre la estrategia del miedo como arma de dominación. Para dominar por medio del miedo lo mejor es aislar a la persona, aislarla de su familia, de sus amigos, de su comunidad, porque somos seres sociales y estar solos nos hace infinitamente vulnerables.

Por eso el Señor nos advierte contra el miedo y solo cita algo a lo que realmente tenemos que tenerle terror «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo sino a los que matan el alma».

Pues yo ahora por la calle y en la iglesia veo miedo, no prudencia, y yo veo miedo no a los que matan el alma precisamente sino a los que matan el cuerpo.

Se me ocurre el episodio de la vida de San Francisco de Asís en el cual besa a un leproso. Pienso que si lo hiciera ahora le denunciaría un policía de balcón por incumplimiento de las normas sanitarias y le acusarían de ir en contra del quinto mandamiento por no guardar la distancia de seguridad con el leproso.

Como siempre Dios sale en nuestra defensa y nos da el antídoto perfecto, la confianza en Él, nada se mueve si Él no lo permite y hasta los pelos de nuestra cabeza están contados. Tener miedo es desconfiar de Dios. Esto no significa que debamos de tentarle, pero si que debemos de vivir con confianza, y sobre todo que lo que realmente debe atemorizarnos es únicamente perder nuestra alma.

Mañana es la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, consagrémonos a Él y digámosle con fe “En ti confio”.