Muchas de las catequesis del papa Benedicto XVI ofrecen una reflexión muy profunda sobre qué es la teología, cuál la misión del teólogo, de qué tipo es el procedimiento teológico. Esto en unos momentos de la Iglesia en que la teología se arrincona y se ve sospechosa de todo, una pérdida de tiempo ante "el tajo pastoral", una reducción a ser mero altavoz del magisterio (con obsesión por la "doctrina", aversión a cualquier lenguaje teológico nuevo o una nueva luz).
 
 
La audiencia general sobre san Anselmo -como otras que se podrían citar- ilustra la naturaleza de la teología y el método teológico.
 
 
"Dios, te lo ruego, quiero conocerte, quiero amarte y poder gozar de ti. Y si en esta vida no soy capaz de ello plenamente, que al menos cada día progrese hasta que llegue a la plenitud" (Proslogion, cap. 14). Esta oración permite comprender el alma mística de este gran santo de la época medieval, fundador de la teología escolástica, al que la tradición cristiana ha dado el título de "doctor magnífico", porque cultivó un intenso deseo de profundizar en los misterios divinos, pero plenamente consciente de que el camino de búsqueda de Dios nunca se termina, al menos en esta tierra. La claridad y el rigor lógico de su pensamiento tuvieron siempre como objetivo "elevar la mente a la contemplación de Dios" (ib., Proemium). Afirma claramente que quien quiere hacer teología no puede contar sólo con su inteligencia, sino que debe cultivar al mismo tiempo una profunda experiencia de fe. La actividad del teólogo, según san Anselmo, se desarrolla así en tres fases: la fe, don gratuito de Dios que hay que acoger con humildad; la experiencia, que consiste en encarnar la Palabra de Dios en la propia existencia cotidiana; y por último el verdadero conocimiento, que nunca es fruto de razonamientos asépticos, sino de una intuición contemplativa. Al respecto, para una sana investigación teológica y para quien quiera profundizar en las verdades de la fe, siguen siendo muy útiles también hoy sus célebres palabras: "No pretendo, Señor, penetrar en tu profundidad, porque no puedo ni siquiera de lejos confrontar con ella mi intelecto; pero deseo entender, al menos hasta cierto punto, tu verdad, que mi corazón cree y ama. No busco entender para creer, sino que creo para entender" (ib., 1). 
 

Queridos hermanos y hermanas, que el amor a la verdad y la sed constante de Dios, que marcaron toda la vida de san Anselmo, sean un estímulo para todo cristiano a buscar sin desfallecer jamás una unión cada vez más íntima con Cristo, camino, verdad y vida. Además, que el celo lleno de valentía que caracterizó su acción pastoral, y que le procuró a veces incomprensiones, amarguras e incluso el destierro, impulse a los pastores, a las personas consagradas y a todos los fieles a amar a la Iglesia de Cristo, a orar, a trabajar y a sufrir por ella, sin abandonarla nunca ni traicionarla. Que nos obtenga esta gracia la Virgen Madre de Dios, hacia quien san Anselmo alimentó una tierna y filial devoción. "María, a ti te quiere amar mi corazón —escribe san Anselmo—; a ti mi lengua te desea alabar ardientemente" (audiencia general, 23-septiembre-2009).
 
Así queda delimitada la figura del teólogo y de la teología:
 
- un profundo deseo de conocer el Misterio de Dios y de expresarlo, pero consciente de que en esta vida no lo abarcará nunca;
 
-claridad y rigor lógico para elevar la mente a Dios; curiosamente hoy, parece que algunos se creen más teólogos cuanto más enrevesado e incomprensible es el lenguaje.
 
-El teólogo debe recorrer tres fases: la fe, la experiencia (vivir el Misterio de Dios, la integridad y coherencia, ser hombre cabal) y el conocimiento (intuición contemplativa).
 
-Al teólogo le debe mover el "el entender para creer"; fe y razón van unidas.
 
-Amar la verdad y una constante sed de Dios deben dirigir la inteligencia y el corazón del teólogo.
 
Entonces habría una teología fecunda; entonces habrá teólogos verdaderos.

Todas estas catequesis en el blog (que de vez en cuando aparecen) sobre qué es la teología tienden a que todos reconozcamos su valor, su función, su grandeza y sus límites, aunque no nos dediquemos todos al estudio teológico y la producción científica. Pero considero que es algo importante reconocer su naturaleza y tarea en la Iglesia.

Aunque no olvidemos todos, por favor, que la fe y la razón (inteligencia) van unidos en todos, deben ir unidas en todos nosotros.

Una verdadera teología nacerá de hombres que viven de la liturgia, experimentan un trato orante y contemplativo con el Señor y se sitúan en el corazón de la Iglesia y no al margen. ¡Pobre del que se autoconstituye en profeta! Sí, porque han surgido los "teólogos-profetas" que arrojan ideologías a la cara.

Antes que nada, la teología se hace de rodillas, orando, contemplando lo estudiado y tratándolo cara a cara con Cristo.