El artículo anterior lo titulaba CELIBE NO EQUIVALE A SOLTERÓN.  Algunos amables lectores se han tomado la molestia de aportar su acertado criterio sobre la soltería.

Mario Gabriel afirma:                    Creo que una persona soltera es también una persona digna..

Estimado Padre Juan García Inza: El artículo es muy bueno y aprecio toda la labor pastoral que realiza un sacerdote, por lo cual un laico debe ser siempre agradecido. Ahora ¿Cuál es lo malo de ser soltero? porque yo también soy soltero ya que en mi adolescencia tomé esa decisión de ser soltero de por vida, y creo que mi vida también le pertenece a Dios, y en esto coincido con lo que afirma Nova. Solterón suena a desprecio, a descrédito, un don nadie, alguien amargo, insoportable, viejo...; no lo cree?.    

                   

Patricio comenta:

...es que cada uno habla de la feria según le va...

Yo conozco varios curas solterones... de los de raza...: maniáticos, malhumorados, caprichosos, mandones, engreídos... mala gente.

Conozco curas célibes: alegres, serviciales, cariñosos, dialogantes, humildes, buena gente!

Los célibes al ministerio y los solterones al psiquiátrico, así de simple

                              

Nova aporta lo siguiente:

Aprovecho su artículo, padre, para introducir un comentario sobre los cristianos más ignorados de todos: Los solteros. Nunca he entendido el menosprecio que encierra hacia ellos la palabra ´´solterón´´ (no digo que usted les menosprecie, padre Juan, pero aun así, lo digo)

 Los solteros católicos, aunque no hayan entregado sus vidas a Dios del modo como lo han hecho los consagrados, también tienen obligación de vivir en castidad. Lo cual puede suponer un auténtico reto para no pocos en un mundo hiper-sexualizado como el actual.

Las vidas de los cristianos solteros también pertenecen a Dios, ellos también están llamados a la Santidad y se les ignora y ningunea demasiadas veces, a mi modo de ver. Casarse o hacerse cura o religioso no es obligatorio, ni Dios tiene por qué querer esos caminos para todo el mundo. También en la vida de los solteros se puede y se debe cumplir la Voluntad de Dios.

 Un célibe no es un solterón... ni un soltero necesariamente tampoco. El artículo expresa, entre otras cosas, que la vida de los célibes merece la pena y es muy valiosa y estoy de acuerdo. Pero la de los solteros también puede serlo, en realidad todo depende de la Voluntad de Dios.

 

 

                Tienen razón en la mayoría de las cosas que dicen, aunque yo no mandaría a ningún “célibe solterón” al psiquiátrico, habiendo otros medios espirituales más aptos  para recuperar el verdadero espíritu sacerdotal.

                Yo no me refería a la persona soltera que, por circunstancias de la vida, o por propia voluntad, no tiene un compromiso especial de carácter matrimonial y vive su vida lo mejor que puede, incluso muy entregada a las exigencias del Reino de Dios.

                Indudablemente la persona soltera merece toda consideración, porque muchas veces viven en esa situación  obligados por la vida, ya que su vocación habría sido de casado.

 

                Soltero/a etimológicamente viene del latín solitarius (solitario). Es el estado natural de la persona que se encuentra sin una pareja formalizada ante la ley o religión.

                Dependiendo de la educación, escala de valores obtenida y el entorno cultural, este estado puede durar toda por toda la vida, o tener una duración muy corta, decidiendo unir su vida a otra persona en la pubertad o en etapa adulta. También los hay que prolongan esta soltería hasta la madurez. Asimismo, la soltería es un estado civil con efectos jurídicos. Tiene este estado aquella persona desde que nace hasta que contrae matrimonio o bien, dependiendo del contexto religioso y jurídico, se divorcia o anula el compromiso.  El celibato apostólico, o el de la persona ordenada sacerdote o consagrada, no se puede considerar propiamente como soltería

                El término SOLTERON/NA  es despectivo para referirse a alguien que ha alcanzado o sobrepasado la edad en la que, en su sociedad, se consideraría propio casarse, pero que desprecio al matrimonio, o por desinterés por el compromiso serio, le es más cómodo seguir esa vida “libre de ataduras”. Es decir, sería una persona más bien comodona, acomodaticia, poco dada a tomarse las cosas en serio y “complicarse la vida”, sin verdaderos objetivos. Solo le interesa vivir sin que nadie lo controle.

                Según algunas feministas el término se ha aplicado en forma de estigma contra las mujeres solteras en mayor medida que sobre los solteros, debido al rol fundamentalmente reproductor y familiar que las sociedades tradicionales han asignado a la mujer.  Por lo que el estereotipo de solterona era el de una persona no realizada que podía ser motivo de pena o burla.

                Con estas aclaraciones reitero mi total respeto y consideración hacia las persona solteras que, por distintas circunstancias, viven la vida sin ningún ligamen de carácter matrimonial, aunque pueden aportar a la sociedad y a la Iglesia una colaboración inestimable en distintos campos de acción apostólica y solidaria.

                Vuelvo a insistir que el célibe por razones religiosas no es, no debe ser, un  solterón en el sentido despectivo del término, ya que ha adquirido un compromiso serio que absorbe toda su vida por amor a Dios y a los demás.

                Los solteros y solteras que asumen su papel y su situación con grandeza de ánimo, y le dan a la vida el sentido que debe tener, merecen mi mayor consideración.  De hecho hay muchas actividades en las parroquias y otras entidades, que no se podrían llevar a cabo si no fuera por estas personas que disponen de tiempo y de ilusión por el trabajo. Contamos con ellos si de verdad tienen ganas de dar más de lo mucho que tienen. El tiempo es el regalo de Dios para ocuparnos de Sus cosas.

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com