Así te sientes: en ruinas. Con el alma a la intemperie, sin saber muy bien qué hacer, ni hacia dónde ir. Conmueven tus palabras, y conmueve ese dolor y esa pena. Pero nadie está solo. Te miro atento, y por dentro rezo, y pido a Dios -con todo mi corazón- que te alivie muy pronto de ese peso que te asfixia. Nadie está solo. Y tú lo estás menos. Porque soy tu amigo. ¿Comprendes? ¿Lo comprendes bien? No soy nadie en especial, pero sí tu amigo. Y eso me hace ser poderoso. Y no dejaré que te consumas. Sé que la vida en ocasiones resulta complicada. Pero una persona es lo que ama, y tú has nacido para amar mucho. Amar es tu vocación y es tu anhelo. Por eso sientes tan dentro la poesía, por eso te duele más el alma. Esa alma que pide ayuda entre versos, que escudriña entre la belleza un poco de paz, de calma. Suspiras. Sientes el alma desfallecida, desmembrada. Y el cuerpo mustio, sin apenas ilusión por nada. Mírame: no temas. Confía en mí, en este amigo. Pronto el Amor rehabilitará tu vida, y lo celebraremos con agradecimiento y poemas, y con un abrazo. Feliz por fin. Y te aseguro que ocurrirá, que será así. Palabra.