Viene un amigo mío de la bella ciudad de Lima, fundada por ese español universal que está enterrado en ella y que fue Francisco Pizarro, ciudad que tengo anotada en todas mis agendas para visitar, en la que incluso he sido alguna vez invitado a una boda, y que para mi pena y desgracia, fíjense Vds., aún no conozco. Aprovecho para preguntarle “¿Viste la estatua de Pizarro en la Plaza de Pizarro? Es la gemela de la de Trujillo”. Respondiéndome mi amigo: “¿Estatua de Pizarro? ¿Plaza de Pizarro? ¿De qué me hablas?”.

            Y en parte, no faltaba razón a mi amigo pues en Lima, efectivamente, no hay ya una estatua de Pizarro en la Plaza de Pizarro. La hubo, sí, pero ya no, pues ahora la tienen medio escondida en el Parque de la Muralla, en el que finalmente, como en algún lugar había que colocarla, fue emplazada, tras el oportuno traslado nocturno que suele acompañar a este tipo de fechorías (ver foto a la derecha, extraída de la interesante página limalaunica que les recomiendo visitar), de las que en España, por desgracia, algo conocemos.

            Una estatua que, sin embargo, alguna vez constituyó uno de los atractivos de la visita a Lima y que entonces, ocupaba el lugar que merecía ocupar: esa Plaza de Pizarro en la que yo creía estaba, adyacente a la extraordinaria Plaza Mayor de Lima, patrimonio histórico de la Humanidad, lugar donde nació la ciudad fundada precisamente por Pizarro el 18 de enero de 1535, y de donde fue removida por un alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, en abril de 2003, circunstancia que el mismo autor de la alcaldada aprovechó para cambiar el nombre a la plaza, que hoy se llama Plaza del Perú.
                                    

            Y es que, según argumentó el señor en cuestión, la estatua representaba “una ofensa a la peruanidad”. Podría haberla considerado, con mayor precisión, “una ofensa a la ciudad de Lima”, ciudad que, ya ven Vds. lo que son las cosas, no existiría de no haber sido fundada por Francisco Pizarro, y en consecuencia, nunca habría tenido un alcalde llamado Luis Castañeda. Valga todo lo dicho para constatar por lo menos, que no es el nuestro el único país donde estamos todo el día trucando la historia, recurso como otro cualquiera utilizado por los políticos mediocres que no saben de nada, que no dan una a derechas y que para justificar su ningunidad, hablan de una historia que, ni que decir tiene, tampoco conocen.
 
            Sin entrar en disquisiciones históricas que terminarían dando la razón, sin duda, a los partidarios de las luces de Pizarro frente a los de sus sombras, aunque también de éstas hubo, aportaré sólo una cita preciosa, del historiador peruano José Antonio del Busto, que de buen grado me aplico a mí mismo y regalo también a mis compatriotas españoles:
 
            “Nosotros somos descendientes de los vencidos y de los vencedores. Pero no somos ni vencedores ni vencidos”.
 
            Una pena en cualquier caso. La majestuosa estatua, hermosa donde las haya, tiene una historia no menos hermosa. Es una de las tres realizadas con el mismo molde por las manos sabias del escultor norteamericano Charles Cary Rumsey (18791922). Una de las cuales, como ya se ha dicho, puede admirarse en la Plaza Mayor de la bella ciudad extremeña de Trujillo, cuna del conquistador, donde fue emplazada en 1929 (arriba). Otra podía contemplarse (y volverá a serlo algún día, que una de las pocas ventajas de la necedad humana es que nunca es eterna) en la Plaza de Pizarro, hoy Plaza del Perú, de la ciudad de Lima que él mismo fundó. Y una tercera (a la derecha) se admira en la ciudad norteamericana de Buffalo, ciudad natal de su autor, en la entrada al Museo Albright Knox.

            La estatua fue realizada para la Panama Pacific Exposition celebrada en San Francisco en 1915, con motivo de la apertura del Canal de Panamá, donde acompañaba a otra de Hernán Cortés.
 
            Por lo que se refiere a la afición del escultor hacia el motivo, poco tiene de particular: su padre era un experto admirador de la conquista y evangelización españolas de América, admiración que, como se ve, no halló ninguna dificultad para transmitir al hijo. Que se trate de una extraordinaria estatua ecuestre tampoco debe extrañar a nadie, siendo como era Rumsey reputado jugador de polo, y en consecuencia, muy familiarizado con el mundo ecuestre. Fueron realizadas mediante el procedimiento de la cera perdida: la escultura se realiza en cera que proporciona el modelo a partir del cual se realiza el definitivo ejemplar en hierro o bronce.
 
             Por lo que hace a la estatua de Lima, fue inaugurada el 18 de enero de 1935, con ocasión de la celebración del IV Centenario de la fundación de la ciudad, y fue donada para la ocasión por la generosísima y bellísima viuda del escultor, Mary Harriman. Y conoce bien los trastornos de un traslado, pues ya en 1952 fue desplazada de su emplazamiento original delante de la extraordinaria catedral limeña, magnífico ejemplar del mejor renacimiento, plateresco y barroco españoles, para ocupar aquél del que la ha desplazado ahora este Sr. Castañeda.
 

          

            Por lo que hace a la de Trujillo, en España, es, como la anterior, producto de la donación de Mary Harriman, (ver arriba imágenes de la inauguración por la Sra. Harriman en presencia de D. Miguel Primo de Rivera el 2 de junio de 1929; a la izquierda inscripción conmemorativa en la estatua),  que por costear, costeó hasta el pedestal y su instalación. Hecho que queda inmortalizado en la inscripción que figura en la parte trasera del pedestal de la estatua en una inscripción grabada en la piedra en la que se puede leer:

            "Carlos Rumsey de New York labró la estatua. La señora Rumsey la donó a la ciudad de Trujillo, 1927"

            Inscripción en la que llama poderosamente la atención la españolización del nombre del escultor (Charles por Carlos), no así en cambio, el de la ciudad que le vio nacer (Nueva York).

       

                Este artículo quiero dedicarlo a mi buen amigo y redactor jefe de Religión en Libertad, Enrique Rivera, peruano de pro, y por peruano, gran amigo de España.

 

 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
Otros artículos del autor relacionados con el tema
 
De los términos “América” y “América Latina”
De Evo Morales, su mesiánica proclamación en Tihuanaco y su catolicismo
De la evangelización española de América