Amigo: Monseñor, le hago la pregunta indiscreta que se hace en el título, porque supongo que usted votará con mucho sentido común. Así pues, le hago la pregunta: ¿a quién piensa votar?

Monseñor: Pues te lo voy a decir con toda sinceridad: no pienso votar a nadie.

Amigo: ¿Pero no dicen ustedes que es un deber votar? ¿Cómo me dice que no piensa votar a nadie?

Monseñor: Efectivamente, yo cumpliré con mi deber de votar, pero votaré no a una persona determinada, sino que votaré un programa; y como cada partido presenta su programa que proponen unas personas concretas, y si ganan las elecciones, se encargarán de llevarlo a cabo, yo no voy a votar a ninguna persona; elegiré el programa que me parece menos malo de los que se presentan. Yo no voto contra ninguna persona ni contra cualquier partido; voto a favor del programa que veo más en sintonía con la doctrina y la moral de la Iglesia y que creo que va a tener más eficacia en el bien común.

Amigo: ¡Venga! Deme alguna pista.

Monseñor: Sólo te digo que no voy a votar un programa que fomente el aborto y las uniones homosexuales con derecho a adoptar niños. Es de lo que hemos venido hablando en los artículos anteriores.

¿A ti te parece que un Obispo puede votar un programa en el que se dé a los padres la facultad de poder suprimir la vida de sus hijos cuando todavía no han nacido? La barbaridad de esta ley supera a las barbaridades que se han hecho a través de la historia en cuanto a la supresión de vidas humanas. A veces lo he comparado al genocidio nazi. Algunos se han molestado. Sin embargo, para mí esa libertad para suprimir vidas con los abortos, es todavía más absurda porque se trata de vidas humanas inocentes e indefensas y ni el Estado ni nadie lo puede autorizar.

A propósito de esa comparación con los crímenes nazis te cito unas palabras del Papa sobre la gravedad del aborto: "A este cementerio de víctimas de la crueldad humana de nuestro siglo, -las víctimas de los campos de exterminio nazis- se agrega otro gran cementerio: el de los no nacidos. Cementerio de los indefensos, cuyos rostros ni siquiera sus propias madres conocieron, aceptando o cediendo a presiones para que se les quitara la vida antes de nacer. Pese a ello, ya tenían la vida, ya estaban concebidos y se desarrollaban bajo el corazón de sus madres, sin presentir el peligro mortal". (Homilía en Radom. 4-61991)

Y tampoco pienso votar a los partidos en cuyos programas está la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio, y que esos convivientes homosexuales puedan adoptar niños con el mismo derecho que los matrimonios. ¿Te parece que un Obispo puede votar el programa de un partido que destruye el concepto de familia, y que los niños se encuentren con dos madres o con dos padres y no con un padre y una madre? Y no sólo los obispos no deben votarlos, sino tampoco ningún católico por poca que sea su coherencia con la fe y la moral cristianas.

¿Ya has entendido a quién pienso votar?

José Gea