Comentando hace unos días con alguien me extrañó encontrar, en una pancarta, la exigencia de la igualdad de oportunidades para tod@s en la educación pública. Yo pregunté: "¿De verdad que no las hay?". Y me contestó: "Debe ser que no".

Y es que eso de la igualdad mientras unos lo aplican pasando por su propio rasero a todo y a todos, otros pueden perfectamente disentir según qué casos y en qué situaciones. La igualdad no es ni puede ser el igualitarismo. Tampoco se puede deducir que igualdad es sinónimo de justicia, pues ésta última es dar a cada uno lo suyo. Y lo suyo de cada uno puede que no sea lo mismo en todos los casos, ¿o sí?

Igualdad de oportunidades en educación entiendo que también puede aplicarse, por ejemplo, a aquellos que teniendo un interés mayor por aprender (o por enseñar) y una falta de posibilidades por acceder a una educación digna (o a un puesto digno de trabajo) se ven desplazados en sus pretensiones, y en sus puestos en la escuela pública, por personas (alumnos y docentes) que no rinden ni trabajan lo suficiente.

Igualdad de oportunidades también no sólo puede quedar así referida a razones de esfuerzo o mérito necesario, según cierto baremo, sino a cantidad de oportunidades o tiempo que un alumno o un docente las aprovecha o no para el ejercicio de su función. En este caso las oportunidades pueden tener un límite si de verdad queremos que sean iguales para todos, ¿o no?

Las manifestaciones que están anunciadas para el sábado 22 es cierto que tienen una causa razonable: la protesta contra los recortes en materia de educación, pero me pregunto si es una causa también totalmente justificada y loable en este preciso momento, y si acaso no está parcialmente politizada. Ya me manifesté al respecto cuando por solidaridad con los interinos despedidos, vimos incrementada la carga docente, con perjuicio para unos y otros. La relación que se seguía respecto del detrimento de la calidad docente era evidente.

Otra cosa, entiendo yo, es movilizar por movilizar la masa y pintarla de “marea verde” como se ha dado en llamar, porque realmente el color pizarra de aula me parece que es otro. Y es que la ideología o la manipulación política muchas veces, por no decir siempre, están reñidas con la profesionalidad, la seriedad, y por tanto, con la calidad, en este caso, de la enseñanza. Prueba que la política educativa no ha sido gestionada profesionalmente ha sido la gran variedad de sistemas educativos, muchos de ellos inválidos e insuficientes (de nota "insuficiente" también) y la diversidad de requerimientos distintos de documentos a los docentes según quién gobierne o gestione, incluso qué inspector de importancia a unos u otros aspectos de la programación didáctica, por poner un ejemplo (que si objetivos, que si competencias, que si indicadores...). Al final, más mareo y papeleo muchas veces innecesario para todos, perdiendo el tiempo para lo esencial.

Porque que sean necesarios los recortes no es para poner el grito en el cielo, sobre todo si estamos en tiempo de crisis y a poco que seamos solidarios. ¿Es que no ha habido motivos, hasta ahora, y en la proximidad de un cambio de signo político, para indignarse? ¿Es que la indignación se va a radicalizar, muy previsiblemente a partir del 20-N, y máxime cuando se espera una victoria, aún no cantada, del PP?

Los recortes si se dan en educación, sanidad y seguridad, y no digamos nada si hablamos del fantasma presente de una posible quiebra bancaria, como apuntaba el Sr. Botín, son algo que se quiere dejar como último bastión donde atacar. Pero es que pinta muy mal, y no es ser pesimista, la economía de nuestro país. Varios indicadores económicos así lo muestran y demuestran diariamente. Si sólo vemos los resultados de cuentas de las respectivas comunidades autónomas, que aún no parecen del todo claros ni todos ellos,  ya es para echarnos a temblar.

Si cada uno sacamos la reivindicación que lo nuestro no se toca, que no me recorten nada, estamos manifestando de otra manera la misma cara: queremos seguir disponiendo de la misma ración de tarta ignorantes que el pastel se ha visto reducido considerablemente. Por eso digo que aunque pueda parecer razonable la queja, que lo es, si miramos un poco menos de forma ideológica y más solidaria, no es tan justificable.

Sigo diciendo que se echa de menos más que formas distintas, ocurrentes y efectivas de protesta, propuestas de soluciones para abordar y llevar a cabo juntos, para salir entre todos de esta crisis. Nos cuesta ponernos manos a la obra cuando se trata de unirnos ante una misma realidad problemática. En el fondo somos egoístas o tendemos a ello, más que a una solidaridad comprometida y activa, ¿o no?

Que nos den todo arreglado, pero sólo aquellos que piensen como nosotros. Que nos quiten lo bailado, pero que actualmente nos escuchen pues necesitamos seguir con los mismos privilegios de antes, y con más recursos, pues los hemos gastado en el camino con una gran falta de previsión. ¿Y todavía nos preguntamos si la crisis no tiene una base ética?

Y, además, en medio de esa decadencia insolidaria con la situación de tener que apretarse todos un cinturón que decimos no querernos poner, nos atrevemos a darle un barniz reivindicativo ideológico que nos han de reconocer, que nos han de respetar.

¿Estamos predicando con el ejemplo actuando así acerca de una verdadera igualdad de oportunidades para todos, por ejemplo negando el suelo público a la iniciativa social educativa de padres y madres de alumnos, contribuyentes como los que más, y marginando la concertación educativa por un miedo ilusorio e infundado de la posible privatización de la escuela pública?