FORMACIÓN EN LA DOCTRINA CATÓLICA

De la Carta Pastoral del Prelado del Opus Dei

 
Quien ama sinceramente a Dios, se siente impulsado a conocerle cada vez más y mejor; no se conforma con un trato superficial; busca comprender con mayor profundidad todo lo que a Él se refiere. El afán por adquirir la ciencia teológica —la buena y firme doctrina cristiana— está movido, en primer término, por el deseo de conocer y amar a Dios. A la vez, es también consecuencia de la preocupación general del alma fiel por alcanzar la más profunda significación de este mundo, que es hechura del Creador. Por eso, la formación que el Opus Dei proporciona a sus fieles —considerada desde la perspectiva doctrinal-religiosa— se dirige a que adquiramos la doctrina de la Iglesia y profundicemos en su conocimiento.

Con el mismo horizonte —mirando a Dios y al mundo—, el beato Juan Pablo II señaló la necesidad actual de la formación en la doctrina católica. «Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural dinamismo de profundización de su fe, sino también por la exigencia de "dar razón de la esperanza" que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos problemas. Se hacen así absolutamente necesarias una sistemática acción de catequesis, que se graduará según las edades y las diversas situaciones de vida, y una más decidida promoción cristiana de la cultura, como respuesta a los eternos interrogantes que agitan al hombre y a la sociedad de hoy».

Desde los comienzos del Opus Dei, y aun antes, san Josemaría mostró un especial interés para que las personas a quienes atendía espiritualmente profundizasen en su formación doctrinal-religiosa, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico, de la fe.

 Como escribía san Gregorio Magno, «muy inútil es la piedad si falta la discreción de la ciencia», y «nada es la ciencia si no tiene la utilidad de la piedad». El Fundador del Opus Dei insistió en que el estudio de la doctrina estuviera acompañado por una sincera vida espiritual, por el trato íntimo con Jesucristo en la oración y en los sacramentos, por una devoción filial a la Virgen Santísima. Enseñaba que la verdad es siempre, en cierto modo, algo sagrado: don de Dios, luz divina que nos encamina hacia Aquel que es la Luz por esencia. Y esto sucede especialmente cuando la verdad se considera en el orden sobrenatural: hay pues que tratarla con respeto, con amor (...). Más aún: estamos persuadidos de que esa verdad divina, que llevamos, nos trasciende: que nuestras palabras resultan insuficientes para expresar toda su riqueza, que es incluso posible que no la entendamos con plenitud y que hagamos el papel de quien transmite un mensaje que él mismo no comprende del todo.

Vale la pena el esfuerzo… (que se hace)… para asegurar a todos los fieles y a otras muchas personas una seria preparación doctrinal; más aún en momentos, como los actuales, en los que esa necesidad se observa de modo más perentorio. Resalta como gozosa realidad la afirmación de San Josemaría muchos años atrás: la Obra entera equivale a una gran catequesis, hecha de forma viva, sencilla y directa en las entrañas de la sociedad civil.

Fidelidad al Magisterio y libertad en lo opinable

 La formación doctrinal abarca todos los campos: desde la filosofía a la teología y al derecho canónico, etc. Mediante esta preparación —que en el caso de los Numerarios y las Numerarias, y de muchos Agregados y Agregadas, cubre los programas que se cursan en las universidades pontificias— se contribuye a que en todos los estratos de la sociedad haya personas decididas a dar un testimonio vivo del Evangelio, con la palabra y con las obras: siempre dispuestos —como escribe san Pedro— a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza (1 Pe 3, 15).

De acuerdo con las repetidas directrices del Magisterio, en la explicación de las diferentes materias filosóficas y teológicas, tiene una especial relevancia la doctrina del Doctor común de la Iglesia. Se cumple así la recomendación del Concilio Vaticano II y de varios Romanos Pontífices: «Profundizar en los misterios de la fe y descubrir su mutua conexión (...) bajo el magisterio de Santo Tomás».

San Josemaría se atuvo a esta línea y así lo recordó a los profesores y profesoras encargados de los Estudios generales de la Prelatura. Al mismo tiempo, con una mentalidad abierta al progreso de la ciencia teológica, explicaba que de esa recomendación no se puede concluir que debamos limitarnos a asimilar y a repetir todas y solamente las enseñanzas de Santo Tomás.

Se trata de algo muy distinto: debemos ciertamente cultivar la doctrina del Doctor Angélico, pero del mismo modo que él la cultivaría hoy si viviese. Por eso, algunas veces habrá que llevar a término lo que él mismo sólo pudo comenzar; y por eso también, hacemos nuestros todos los hallazgos de otros autores, que respondan a la verdad.

…una característica esencial del espíritu del Opus Dei es que corporativamente no tenemos otra doctrina que la que enseña el Magisterio de la Santa Sede. Aceptamos todo lo que este Magisterio acepta, y rechazamos todo lo que él rechaza. Creemos firmemente todo cuanto propone como verdad de fe, y hacemos también nuestro todo lo que es de doctrina católica. Y dentro de esa doctrina amplia, cada uno de nosotros forma su criterio personal. Los Estatutos de la Prelatura establecen la prohibición de que el Opus Dei —como dijo nuestro Fundador— cree o adopte una particular escuela filosófica o teológica. Esto, además del amor a la libertad, expresa un hecho eclesiológico fundamental: que los miembros de la Prelatura son comunes fieles cristianos o, en su caso, comunes sacerdotes seculares, con idénticos ámbitos de libertad de opinión que los demás católicos.

 Fuente: www.opusdei.org

Catequesis familiar:

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